sábado, 30 de septiembre de 2023

Ten tus delicias en el Señor y él dará lo que pide tu corazón

Diana Garza nos comparte su testimonio de confianza en Dios
Diana Garza y sus hijos


El Regalo de Dios


A principios del 2002 comencé a salir con el que ahora es mi esposo, José Alfredo Hernández Cruz. El primer día que salimos pusimos las cartas sobre la mesa y yo le dije -Mira, yo me encuentro así emocionalmente, últimamente de salud no he estado bien porque de chica...- y pos él no se quedó atrás. También me leyó su cartilla de vacunación, entre las cosas que me dijo es que quizás no podría tener familia. Me llamó mucho la atención que me dijera eso.

Después de un tiempo le pregunté al Señor qué quería que hiciera, porque mi mayor deseo era tener hijos y José me agradaba un chorro, pero él no podía tener familia. Comenzamos a andar el tercer fin de semana del mes de Abril, pero yo todavía con dudas.

El último fin de semana del mes de abril del 2002 estuvimos en Tampico. Ahí conocimos a una pareja, ellos tienen una niña de nombre Ruth, el cual significa "Regalo de Dios". Cuando supe el significado del nombre le pregunté a la señora si batalló para encargar familia y ella me dijo -Yo no puedo embarazarme porque desde muy chica he padecido de quistes en los riñones, pero haciendo mucha oración logré embarazarme, y durante mi embarazo no dejamos de orar. El embarazo lo pasé muy bien, después de que Ruth nació a mí me dio una calentura muy fuerte que me duro 15 días. El doctor me dijo que si esta calentura me hubiera dado antes del nacimiento de la niña, me hubiera pedido que abortara. Vi una fe tan grande en ella que me di cuenta que este matrimonio sin tener la enseñanza que nosotros tenemos, ellos tienen su oración diaria y una docilidad muy grande al Señor.

Conocí a otra mujer, ella con dos niñas, la mayor de unos 12 años, pero la señora tenía diecisiete años de casada; me llamó mucho la atención. También le pregunté si había batallado para encargar familia y ella platicó que tuvo cuatro abortos, todos antes de los seis meses. Ella tenía miedo de no poder tener hijos y se aferraba a ese deseo de ser mamá. En su cuarto aborto, en ese momento ella llorando le dijo al Señor Si no quieres que sea mamá no permitas que me vuelva a embarazar-. Después se volvió a embarazar, y tenía mucho miedo de volver a abortar. Un día fue a confesarse y le comentó al padre que ella tenía mucho miedo; después otro día fue a Misa y estaba celebrando este mismo padre y dijo Pase al frente la mujer que tiene miedo, ella se dio cuenta que se referían a ella y pasó al frente. El padre le puso agua bendita en su vientre y oró por ella. A partir de ahí, ella sintió mucha paz el resto de su embarazo y así nació su hija mayor.

Ella misma también servía en un coro con otras señoras, agregaron misas en la iglesia y el padre las separó de dos en dos y los asignó en diferentes misas. A ella le tocó la misa de niños y tenía que formar un coro de niños. A ninguna les gustó la idea que las separaran; a ella le molestó que la pusieran en un coro de niños, pero pensó -Bueno, si Dios quiere que le sirva aquí, pues yo le sirvo, aunque no me guste-. Ella comentó que ahora disfruta mucho su servicio con los niños, que sí extraña a las señoras del coro pero ella ya no dejaría a los niños.

Vi la sencillez en estas personas, su docilidad, su entrega. Me di cuenta que muchas veces uno lucha en contra de la voluntad de Dios y no disfrutamos nuestro servicio y por lo mismo no somos felices por completo, porque no hemos aprendido a hacer la voluntad del Señor, no hemos aprendido a ser barro suave, el entregar nuestro más grande deseo, nuestras preocupaciones; el Señor se encarga de lo demás.

De regreso a Monterrey, me dormí un rato y se me vino mucho a la mente el salmo 37, versículos 4 y 5 que dice "Ten tus delicias en el Señor y él dará lo que pide tu corazón". Me desperté y busqué en la Biblia, y se me vinieron mucho a la mente estas personas: ellos entregaron sus Delicias al Señor y Él les ha dado lo que su corazón ha deseado. Cuando la segunda señora le entregó su maternidad al Señor, Él obro. Tuve mucha necesidad de escribir, y salió esta oración:

Señor enséñame a ser barro, enséñame a ser barro y moldéame a ti, enséñame a ser barro y a amarte más. Señor veo la sencillez de los que se hacen barro y se dejan formar por ti, enséñame a ser barro por esa sencillez.

Señor mío, me has permitido conocer el barro en tus hijos a quienes Tú les has dado la paz, a pesar de que desean tener un hijo y no pueden tenerlo, sino hasta después de que aprendieron a ser barro, que se dejaron moldear por ti; Tú les concediste esa bendición. Yo quiero ser barro suave y quiero que Tú seas mi alfarero.

Cuando fuimos al encuentro de novios (nov. 2002) José quería terminar con la relación porque no me podría dar hijos. Yo le dije: Te amo y sé que cuando seamos los dos que confiemos en el Señor, Él va a obrar.

Si tú y yo terminamos ahora Dios no va a poder obrar en ti. Tenemos que estar juntos, porque te amo. Yo sé a lo que voy al casarme contigo, pero también sé que el Señor es poderoso y Él puede obrar, y sé que lo va a hacer, no sé cuándo, pero lo va a hacer, solo es que los dos tengamos nuestras delicias en Él, para que Él pueda obrar.

El 6 de noviembre, en nuestra última asamblea de solteros el Señor me dijo que en menos de un año Él nos daría carro y casa (no teníamos nada de eso, ni ahorros). El 8 de noviembre de 2003 nos casamos, a los 6 meses de casados el Señor nos regala el carro y en mi cumpleaños nos enganchamos con la casa; ambas cosas se dieron tan fácil en el mismo mes.

Al mes de instalados en nuestra casa tuve mucha inquietud por una capilla cerca, por misas cerca, por catecismo, pues no había nada. Fue un celo que me entró que comencé a servir al Señor por esta misión, más que nada por las misas en la colonia. A la semana de haber iniciado empezó la turbulencia, empezó la guerra; en este tiempo sentí mucho del Señor que al terminar con esta misión Él me daría lo que mi corazón anhelaba, que era tener un hijo. Fueron tres años y medio que fui perseguida, amenazada etc., por causa del Señor. Viví las bienaventuranzas que dice la Biblia; fue un tiempo en que José también fue transformando más su corazón.

En junio de 2005 fuimos a una misa de sanación al Uro, ahí hicieron una oración especial por las parejas que no podíamos tener familia: nos dieron agua a beber, que era de Belén, y nos dijeron que rezáramos el Rosario juntos o a la misma hora, y que a más tardar un año estaríamos esperando un hijo.

En este tiempo un hermano que se acercó a orar nos dijo que el Señor nos daría un hijo, que pronto me embarazaría; esto fue en la primera asamblea del mes de agosto del 2005. En octubre del mismo año tuve un embarazo químico. ¿Cómo? No entiendo, pues tuve un retraso como de tres semanas, me hice la prueba de embarazo de sangre y el resultado fue negativo. Al rato me habló la química al celular para decirme que había aparecido otra línea que indica que es positivo, pero ella dudaba del embarazo porque tardó más de lo normal, que me hiciera el estudio dos días después para salir de dudas. En el estudio salió una línea muy marcada y la otra tenue, no me aseguró nada la química. Cuando me vio la doctora me dijo que hubo un óvulo y hubo un esperma que comenzaron su fecundación, pero el esperma murió antes de terminar este proceso, el cerebro lo tomó como embarazo y por eso el retraso y la confusión del estudio, pero no hubo vida. Fue cuando comenzamos a ver a médicos.

En marzo del 2006 a José le hicieron una biopsia testicular, los médicos dijeron que no había nada por hacer. Fue un tiempo de mucho dolor para los dos, no nos explicábamos de ese embarazo químico, pero muy dentro de mí empecé a sentir que el Señor obraría, solo que teníamos que entregarle por completo nuestro deseo los DOS, porque somos una sola carne, y si yo le entregaba mi deseo por completo y José se lo entregaba de ratos, entonces el deseo estaba a medias; que él se lo entregara por completo y que no fuera un deseo al 50%, el Señor quería TODO.

Después de intentar adopción y seguir en incertidumbre, yo entré en una depresión de mucho dolor; José también lloró mucho. Esa semana precisamente él tuvo horario de oficina y pudo ir a misa a diario y al Santísimo; yo me la pasaba orando casi todo el día, de momentos a llorar, sin comer, muy dolorosa. Mi mamá me habló el martes y me dice: Fíjate que preguntó por ti, que si ya te habías embarazado y le dije el problema, y me pasó los datos de un doctor que es muy bueno. Pues resultó que era el mismo con el que habíamos ido, me puse a llorar en el teléfono y le platique a mi mamá lo que pasaba. Sentí que esa era parte de la respuesta. José llegó a la casa, le comenté y se puso a llorar y le dije ¡Esta es la respuesta! -. Él dijo Es tu respuesta-. Él estaba arriba y recibí una llamada: era la señora, mi amiga, que me preguntó cómo estaban las cosas y le platiqué, y me dijo -Si tu esposo acepta, mi esposo y yo nos hacemos cargo de la mayoría de los gastos de ese tratamiento. Me puse a llorar con ella y le pregunté por qué lo hacía, y me respondió que ella hubiera querido que hubiese existido la tecnología que hay ahora y que alguien la hubiera apoyado. Voy con José y le dije lo que me comentó la señora, y se puso a llorar, y dijo -Esa no es mi respuesta, es tu respuesta--. De ahí comencé a tener mucha paz, le dije al Señor -Es mi respuesta, ahora dale su respuesta, si Tú quieres que se haga. Háblale, yo estoy en paz con tu voluntad-. El domingo en la asamblea el Señor le habló a él, le dijo que tomara los medios y los recursos que Él provee para hacer su obra. El aceptó. Esto fue en diciembre del 2006.

Yo empecé a sentir que pronto se arreglarían las cosas referente a la misión. En enero justamente se empezaron a acomodar las piezas. Para catecismo la gente se empezó nuevamente a acercar, se volvió a formar un equipo de trabajo, logramos que entraran a servirnos los franciscanos a la colonia y a partir del primer sábado de Pascua comenzaron las misas en la colonia, y les dije a los del equipo que mi tiempo ya estaba terminando; solamente faltaban dos cosas: embarazarme y quién se quedaría en mi lugar.

Una semana antes de Semana Santa del 2007 tuve un dolor muy fuerte en mi vientre, tuve un sangrado que me duró un mes. Al parecer fue otro intento de embarazo que no llegó a vida, lloré mucho. El día que se celebraría la Pascua en la Comunidad (y las famosas hamburguesas de Pe- pone el Grande) en la Asamblea de repente me abraza una hermana que no supe de donde llegó, ni sabía cómo se llamaba ni qué sector era y me dice -Este es un abrazo del Señor y te quiere decir vienen tres niños en fila , y le dice a mi esposo -y tú no te preocupes por lo económico, que entregándoselo al Señor nunca les faltará nada a tus hijos: Yo siempre proveeré"-.

Quince días después, en la siguiente asamblea yo ya estaba embarazada, pero no lo sabía. Oraron por las hermanas que no podíamos encargar; esto fue en mayo, yo me enteré de mi embarazo 15 días después.

Nos gozamos mucho en el Señor mi esposo y yo por el gran regalo que nos dio, nuestro hijo se llama José Natanael. José por san José y Natanael porque significa "Regalo del Señor". Nació el 2 de febrero del 2008, día de la Candelaria, Virgen de San Juan, Virgen de Zapopan, Virgen de Santa Anita. Esta última toda mi familia la venera y fue la que promoví en el tiempo de misión.



viernes, 22 de septiembre de 2023

Calculando impuestos de la mano del Señor

 

Esther Pérez de Sánchez comparte un breve testimonio de confianza en Dios
Esther de Sánchez

Cuando confiamos plenamente en Dios, Él supera nuestras expectativas


En una ocasión, en la empresa de Gustavo y Manuel, calculaban la cantidad a pagar de impuestos y no les alcanzaba para pagarlos.

Entonces el contador, una vez más, les insistió en que compraran facturas, que total todo el mundo lo hace y eso les ahorraría mucho dinero a pagar.

Pero ellos, que nunca lo han querido hacer, aunque les tentó la necesidad, se mantuvieron firmes y decidieron pagar lo que correspondía aunque tuvieran que endeudarse para hacerlo. Y se encomendaron al Señor, que nunca los ha dejado de su mano.

Después de tomar esa decisión, el contador encontró unos números que no había tomado en cuenta y que compensaban exactamente la cantidad a pagar, con lo cual el pago quedó en CEROS.

¿No es maravilloso el Señor? Para Él no hay imposibles. Cuando confiamos plenamente en Él, El supera nuestras expectativas.


No hay gloria sin sufrimiento


Testimonio de conversión de Luis Manuel Saez
Luis Manuel Sáez



No hay gloria sin sufrimiento


Nací hace muchos años en una (entonces) colonia española en África: en la Guinea Ecuatorial. ¡Quién le hubiera dicho entonces a mis padres que un buen día sería, además, mexicano por adopción! Mi infancia transcurrió entre Guinea y la Península Ibérica, y mi adolescencia la viví apartado de los caminos del Señor, por resumidas cuentas.

Conocí al Señor allá por mayo del 77, en la ciudad de San Sebastián, en el País Vasco español. Por medio de un grupo carismático, tuve mi encuentro personal con Jesucristo como Salvador. Poco después recibí el Bautismo o Efusión del Espíritu, que fue como si me cambiaran motor y carrocería y me pusieran alas para volar. Era un 'joven' nuevo, de apenas 20 primaveras de edad.

Años después, radicando yo en la Ciudad Condal, Barcelona, conocí a un sacerdote carismático mexicano que me fascinó (y me sigue fascinando todavía), el padre Rodolfo Villarreal, que fue el instrumento de Dios para que yo me viniera a Monterrey. Estuve viviendo un año completo con él (octubre del 81 al 82), hasta que le aconsejaron que me convenía 'salir de la jaula' e independizarme. El padre me dio una semana para encontrar un lugar en dónde vivir. Ni un día más. Fue entonces que por medio de un sacerdote español (el padre Hilario) que servía en la Parroquia del Rosario y que me remitió con su párroco , que conocí la Comunidad Jésed. Entré 'por la puerta de atrás' en casa de hermanos, y en seguida pasé a vivir por 7 años en 'casa de graduados.

Lo que nadie sabe, y fue algo que sucedió la noche anterior a mi partida de la casa del padre Rodolfo, marcaría mi vida con fuego acrisolante: Por primera vez, experimenté el dolor de arrojar piedras de los riñones. Fue una experiencia muy difícil. "No se la deseo a ningún enemigo", pensé entonces. Dios me ayudó y logré salir adelante, ahora ya en casa de hermanos.

Tres años después volvió a suceder lo mismo con las piedras. Nadie se dio cuenta, pues me pasé casi un día en tratamiento para el dolor, fuera de la casa de hermanos. Después de ello, esporádicamente sucedía que se me presentaba el mismo cuadro, pero por lo general no era gran cosa.

Hasta que Dios decidió apropiarse de mi miseria para realizar Su obra con mayor esplendor. No podía imaginarme la inmensa importancia que tiene el sufrimiento en la vida cristiana. Nuestra sociedad hedonista nos predica que, cuanto menos uno batalle o menos sufra, mejor. Pero la imagen del Crucificado me decía otra cosa. Por eso, debido a la necia dureza de mi corazón, a la multitud de mis pecados (que, por más que acudiera al Sacramento purificador y fuera perdonado, siempre resurgían en mí con renovada voracidad) y a la pesada losa de mis defectos, comprendí que el Señor tenía que hacer Su obra en mí a base de golpes, dolor y paciencia.

Como saben, me casé con la única mujer que sería capaz de soportar una carga semejante: Laura Irene López, la mayor de una familia maravillosa de Reynosa. Ella fue (y es) no sólo la luz de mis ojos, mi compañera ideal y 'la madre de mis pollitos' (como le decía yo sin saber que un día así sería); sino además una mujer fiel, sabia, santa y fuerte. Llegaron dos 'pollos' y una 'pollita' que alegraron nuestra vida... y así las cosas.

¡Esto es resumir!

En octubre del 98 se nos permitió tomar el Compromiso Solemne con la Comunidad Jésed, y un hermano (Jorge Márquez) profetizó que vendrían tiempos de tribulación. "Lo que Dios disponga", dijimos, que "Su gracia nos basta". Poco tiempo después, en abril del 99, inicié un doloroso proceso de `producción de piedras' y de una casi continua visita a hospitales. En total, entre esa fecha y septiembre del 2001, fui operado 11 veces. Hasta el presente, no he dejado nunca de producir mis 'pepitas de oro' como cariñosamente las bautizó un hermano muy querido por todos: Manuel de Urquidi, que ha sido para mí una enorme bendición.

Poco a poco, en medio de aquellos padecimientos (que, desde luego, no puedo comparar con los de otras personas, no es el caso), fui dándome cuenta de que, por ejemplo, cuando ya finalmente había arrojado la o las tormentosas piedras en turno (a las que siempre bautizo, por aquello de que dicen que duele como un parto: que si 'Roqueta', que si 'Petronila', etc.), sentía mi espíritu purificado, con una gracia y fuerza interior extraordinarias. Al poco tiempo, claro, mi carne iba venciendo de nuevo sobre mis sentidos espirituales.

Otra cosa que notaba es que esto de la purificación sucedía cuando ofrecía el dolor al Señor. "Que no se desperdicie ni un gramo" , me solía decir Luis Prieto, y así procuré que fuera. Un día lo comprendí plenamente e hice un pacto con el Señor, por el cual Él podía 'tomar' los méritos de mis dolores, sea cuales fuesen, sin necesidad de tenerle que decir 'te lo ofrezco' Esto sucedió en Urgencias de un Hospital del Seguro Social. Nunca me imaginé la enorme repercusión que ello tendría en mi vida.

Además, me di cuenta que a veces era tal la intensidad de los sufrimientos, que servían para interceder por las penurias de otra gente, y no pocas veces vi cómo Dios actuaba en favor de aquellos por los que ofrecía mis dolores. Actualmente, incluso, formo parte de una red de oración, de personas que ofrecemos nuestros sufrimientos por necesidades concretas.

Pero mi hombre exterior, esta tienda que es mi cuerpo, poco a poco se iba desmoronando.

Recuerdo bien que aquel 1999, a través del dolor, obtuve una fuerza impresionante para escribir varias novelas, la primera de las cuales terminé en tan solo 77 días, y que logró publicarse en una Distribuidora de Libros digital argentina. 'El Despertar de el Vigía' no fue ningún éxito en ventas, pero eso es lo de menos, pues lo importante era que había descubierto en mí una mina de la que quería extraer la mayor cantidad de riquezas posible. Resulta increíble que fuera el sufrimiento la fuente de la energía que me hizo escribir cuatro tomos (uno de ellos inconcluso), y actualmente estoy animado con el quinto. Aunque -debo decirlo-, ya no poseo ni la destreza ni la energía de ese tiempo tan especial.

El Señor permitió que conociera muchas y variadas formas de curación, O al menos de poder paliar el dolor producido por las piedras: Herbolaria, homeopatía, magneto-terapia (que me ha ayudado sobremanera), y hasta comer espárragos.

Como dije, mi cuerpo se fue haciendo cada vez menos fuerte y más achacoso; pero el hombre interior que hay en mí se fue elevando de gloria en gloria (no es presunción); pese a que sigo pecando, cuento con la gracia sacramental para volverme a levantar. Pese a la gran lista de defectos, y que a veces pienso que moriré con ellos, he sido bendecido por el Señor; primeramente con una esposa paciente y tierna; también por medio de innumerables hermanos de Jésed que muchas veces se han desgastado a sí mismos por ayudarme.

No pocas ocasiones me sentido en calidad de poco menos que 'inservible', en especial cuando las enfermedades parecían atacarme por todos lados y derrumbarme. Sé que para algunos esto es un signo de debilidad y de falta de carácter, y creo que algo hay de cierto en ello. Hay quien decía, empero, que mis sufrimientos eran preciosos ante nuestro Dios. Yo más bien pienso que son para purificarme. Hasta que hace poco se me apareció el Señor en sueños, justo cuando peor me sentía; justo en la época en que me estaba ofreciendo por mi hermano Sergio (que se moría de cáncer, pero que gracias a Dios y las oraciones del pueblo de Dios, sigue vivo y prácticamente curado), Jesús me dijo en ese sueño que mis heridas eran para Él como la más preciosa de las joyas, y otras cosas más que no vienen al caso.

Ahora sé que, aunque este hombre quizá no alcance grandes cosas en la vida, a través del crisol de la tribulación ha ido asemejándose a Él.

Quizá no haya mucho que esperar de él, pero por eso Dios le dio una familia de carne y hueso (esposa e hijos) y otra familia espiritual (Jésed y la Iglesia Católica), que son y serán su dicha ahora y en la eternidad.

Doy gracias a Dios por tantos hermanos que han orado y siguen orando por mí desde hace muchos años. Sin ellos habría estado casi solo ante la prueba. Recibí infinidad de muestras de afecto y de apoyo, incluso económico, y al día de hoy sigo viendo la mano de Dios acariciándome a través de Jésed. ¡Muchas gracias, sisters and brothers!

Aprendí, hermanos, que no hay gloria sin sufrimiento y le doy inmensas gracias al Señor Jesús por ello. 

Que a Él sea la alabanza hoy y siempre. Y también gracias al Corazón Inmaculado de Su Madre Santísima, pues sin Ella, de plano, no habría podido.

Encomiendo a cada uno de ustedes a la Madre y a la Santísima Trinidad.


jueves, 21 de septiembre de 2023

Edgar, El primero en todo.


Iván Vargas comparte su testimonio
Iván Vargas

Conocí a Édgar Garza por allá del año 1988, cuando él, junto con otros hermanos que estudiaban en la facultad de matemáticas de la UANL, llegaron a MCU en la conclusión de un seminario de Vida en el Espíritu, que ese día estaba concluyendo. 

Algunos de estos hermanos eran: Édgar Garza, Andrés Degollado, Hugo Santos, Olga Moreno, Laura Lozano, Carlos Alcorta y otros más que no recuerdo sus nombres. En ese día, fue la entrada de Édgar Garza Flores a nuestros ambientes. Con el paso del tiempo, empezamos a crecer bastante en nuestra relación de hermanos en la fe y de amigos, yo creo porque, quizás, me identificaba con él, porque aunque no era originario de Reynosa, venía de allá.

Empezamos a compartir muchas cosas juntos, por ejemplo, servir en MCU, vivir en la casa de hermanos "Tigres", ir a Reynosa, entre muchas cosas que Dios permitió que viviéramos.

Yo creo que donde más tuvimos relación es cuando él decidió (primero que todos) ser afiliado de los Siervos de la Palabra. Poco tiempo después, también nos afiliamos otros hermanos. Me permitió conocer más a Édgar, como su gran amor por Dios, por el llamado comunitario, su gran amor por los hermanos, su transparencia, su humildad y, sobre todo, su querer siempre ser el primero en decirle "Sí" a Dios en lo que Él le inspirara.

Con el paso del tiempo, en su proceso de discernimiento con los Siervos de la Palabra, descubrió que su llamado era el matrimonio. Después se casó con Berenice Ortiz, quien había tenido mucho contacto con nosotros en el servicio de MCU. Ya casados, tuve la dicha que Édgar y Berenice fueran los padrinos de bautizo de nuestro primer hijo David Iván.

Fue en aquel tiempo, que Dios me permitió servir a Édgar como su responsable pastoral, y nuevamente conocí su gran amor a Dios, a su pueblo, y a su esposa Bere, junto con los hijos que Dios les fue dando.

Apenas dos días antes del accidente donde Dios lo llamó a su presencia hace algunos años, recuerdo perfectamente que me comentó que estaba en paz con Dios, porque sentía que le había revelado el porqué Ángela María, su hija, se había enfermado.

En la noche del funeral, cuando lo estábamos velando y yo todavía me resistía a creer que Édgar ya no estaría "fisicamente" con nosotros, me acerqué a Berenice y, entre otras cosas, le dije que Édgar siempre quiso ser el primero" en todo desde que lo conocía, y que Dios le había permitido ser el primero de nosotros en ser llamado a su presencia.

En fin, humanamente, la vida sin Édgar no ha sido fácil por todo lo que vivimos con él quienes estuvimos cerca de él.

Mi esperanza y mi fe me consuelan en meditar que Édgar ya descansa y, sobre todo, está disfrutando de las delicias de la presencia de Dios, a Quien en su oración le decía que era su "fuego devorador" .

Agradezco grandemente a Dios por los años que me permitió compartir la vida con Édgar Garza, y le pido que también me dé la actitud de Édgar de "levantar la mano" y ser el primero.


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