viernes, 14 de abril de 2023

De verdad que tu Dios es poderoso

José Luis Carretero y Patricia García de Carretero

Corría el mes de junio de 1986. Ya habíamos tomado la decisión de venir a Monterrey a vivir en Comunidad Jésed, por lo que decidí renunciar a mi trabajo, con fecha efectiva a partir del 31 de diciembre de ese mismo año.

Mi jefe me preguntó a dónde me mudaba, a lo que respondí, con cierta imprudencia: "A Monterrey, a seguir al Señor", y agregué que, hasta ese momento, no tenía otro empleo. Me dijo que estaba bromeando, que no creía que me fuera a ir del DF (Distrito Federal) y que lo pensara mejor; pero insistí en que ya era una decisión. Tenía casi 13 años de antigüedad en mi empresa.

Pasaron dos meses y mi jefe me llamó para ofrecerme una promoción. En el complejo industrial en el que trabajaba había 3 plantas; dos de ellas tenían un Gerente de Relaciones Industriales y la otra planta tenía un Gerente (este último era el puesto que yo ocupaba). El planteamiento fue el siguiente: "Vamos a hacer una sola gerencia de Relaciones Industriales para todo el complejo y queremos que tú la ocupes". Ante mi sorpresa, le dije que no podía contar conmigo, ya que yo me iba en diciembre. El me cuestionó si seguía con esa "chifladura" y me invitó a re-pensar mi decisión.

Le pregunté: "¿Qué pasará con mi colega y amigo si yo acepto la promoción?" Respondió que lo liquidarían. Esa tarde, me fui confundido y preocupado, no por la tentación de la promoción, sino por mi amigo, y porque no creían lo de mi renuncia.

Pasaron dos semanas y mi jefe me visitó para preguntar qué había decidido. Le reiteré mi decisión de renunciar y acompañé mi respuesta con la siguiente petición: "Si piensan liquidar a mi colega, ¿por qué no le dan el puesto a él y me liquidan a mí?" Después de mirarme con dureza, soltó una estruendosa carcajada diciendo: "No sólo no aceptas, sino que ahora me dices lo que tenemos que hacer y me pides que te liquide!" Se fue indignado.

Dos semanas después, me llamó diciéndome: ¡De verdad que tu Dios es poderoso! Hemos decidido dejar a tu colega y liquidarte a ti.

Dejé mi empresa en diciembre de 1986, con mi liquidación al 100% en la mano. De haber renunciado, tras 13 años de antigüedad, no me hubiera llevado ni un centavo. Pero no sabía el propósito de Dios de esa liquidación. Pasé 16 meses sin conseguir trabajo, tocando muchas puertas, y no fue sino hasta una semana antes de que se nos acabara ese dinero, cuando conseguí el trabajo que hasta ahora conservo.

¡Gracias Señor por tu fidelidad y providencia!

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