jueves, 20 de abril de 2023

Testimonio de vida Kattia Fierro

Soy Kattia Argüello de Fierro. Soy casada, tengo 4 hijos: preciosos y soy parte de la Comunidad Jésed en Monterrey, México.

Breve testimonio de vida Kattia Arguello de Fierro


Comenzaré compartiéndoles un poco sobre mis antecedentes. Nací en Managua, Nicaragua. Soy la tercera de cinco hermanos y tuve una infancia feliz y normal. Mi familia es católica y fui a un colegio católico.

Cuando tenía 11 años hubo un terremoto en Managua que destruyó una buena parte de la ciudad y después mi familia se mudó a otra ciudad. Unos meses más tarde, nos invitaron al primer Seminario de Vida en el Espíritu que se iba a dar en esa ciudad a través de la Renovación Carismática.

Toda nuestra familia asistió y fue renovada por el Espíritu Santo. ¡Eso fue hace como 35 años! Por primera vez en mi vida, pude experimentar el amor de Dios de una manera personal y profunda. Comencé a invitar amigos(as) para que vinieran a los siguientes seminarios y que pudieran conocer y experimentar el amor de Dios como yo lo había experimentado.

Esta experiencia marcó un gran cambio en nuestra vida familiar. tanto padres como hijos comenzamos a participar en las asambleas, grupos de oración, retiros, etc. ¡El Señor era el centro de nuestras vidas y de nuestra familia!

Unos años más tarde, la situación política de Nicaragua estaba muy tensa, el país atravesó una guerra civil; los colegios se cerraron por un periodo de tiempo y había incertidumbre sobre cuándo volverían a iniciar las clases. En ese momento, yo estaba en el último ano de bachiller ("prepa" para los mexicanos). Mis papás decidieron enviarnos a varios de nosotros a Estados Unidos para aprender inglés.

Más adelante, ellos dejaron el país y en 1980 nos fuimos a Ann Arbor, Michigan, para ser parte de la comunidad La Palabra de Dios. ¡Estábamos muy agradecidos con el Señor por darnos esa oportunidad! 

Recuerdo esos años de mi vida como años de mucha bendición espiritual; tuve la oportunidad de entrar a la Hermandad de mujeres y vivir con ellas por casi tres años, para discernir mi vocación; aprendí lo que significaba vivir en comunidad y sentí el llamado de Dios por este estilo de vida.

Ahora, la parte difícil fue que cómo nuestra familia había dejado el país (Nicaragua) en medio de una guerra civil, nuestra situación económica no era muy buena. Mi hermana mayor ya se había casado, y mi hermano mayor y yo comenzamos a trabajar para poder apoyar la situación económica de nuestra familia.

Fui dos años a la universidad, pero no pude terminar una carrera porque comencé a trabajar tiempo completo en un trabajo administrativo para la comunidad. Viví como 5 años y medio en Ann Arbor, después me mudé a la comunidad de Miani, Florida, y estuve allí como 3 años hasta que me casé con Sergio Fierro, un gran hombre de Dios de la comunidad Jésed  y me mudé a Monterrey hace casi 21 años.

Me regresaré al hecho de que no pude terminar una carrera. Después de que pasaron algunos años, me di cuenta que yo tenía cierto tipo de frustración y resentimiento por el hecho de que no había terminado una carrera en la universidad. A medida que había ido creciendo, había sido buena alumna durante mis años de estudiante, y de alguna manera había soñado el poder estudiar en la universidad y terminar una carrera. Esta experiencia --de frustración y resentimiento- se acentuó más después de haber estado sirviendo por un tiempo en el Sector Universitario de Jésed. Mi esposo Sergio y yo hemos estado sirviendo en el Sector Universitario por 20 años, casi todo el tiempo que tenemos de casados.

Ha habido momentos cuando el enemigo me atacaba en mis pensamientos, diciéndome: ¿Qué estás haciendo, sirviendo a todas estas jóvenes universitarias, si no terminaste una carrera? No estás preparada, ellas saben más que vos...

Algunas veces la batalla en mi mente era tan fuerte que yo pensaba: Es cierto, ¿qué estoy haciendo aquí? No tengo nada que ofrecerles.

Es muy común o natural, especialmente sirviendo entre estudiantes universitarios, que la gente pregunte, ¿qué estudiaste?, o ¿qué eres? y la gente responda soy ingeniero o estoy estudiando sistemas computacionales (o lo que sea). Yo no quería que me preguntaran, y cuando lo hacían, daba diferentes tipos de explicación del porqué no pude terminar una carrera, pero interiormente me sentía humillada. 

No he experimentado que la gente se burle de mí por no tener un diploma universitario, pero en ocasiones veía una expresión de pesar en sus caras, O hacían comentarios que me hacían sentir incómoda.

El hecho de que hoy en día es más común que las mujeres estudien una carrera profesional, que estudien una maestría, o que se involucren en niveles altos de liderazgo en el mundo secular, me hacen pensar que definitivamente yo no puedo competir con ellas o estar a su mismo nivel académico. Si esto hubiera sido hace 30 o 40 años, probablemente yo sería parte de la mayoría de mujeres que no estudiaron o terminaron carreras en la universidad.

Pero al orar y desahogarme con el Señor con respecto a esto, ÉI me dijo que yo estaba haciendo Su voluntad; que Él quería usarme con mis dones y talentos, pero también con mis limitaciones y debilidades. Me dijo que lo más importante no era cuántos títulos tenía de la universidad, sino el grado de amor que Él me había dado para servir y amar a las hermanas que había puesto bajo mi cuidado pastoral.

El Señor me mostró o me hizo más consiente de toda la formación y entrenamiento que he recibido a través de los años que he vivido en Comunidad (como: formación de carácter, relaciones personales, habilidades administrativas, liderazgo, inteligencia emocional, etc.), y me ha convencido de que eso es mejor que toda la formación académica que hubiera podido recibir. Ahora bien, no estoy diciendo que las mujeres no deben estudiar una carrera universitaria, pero en mi situación personal, Dios me ha dado paz para aceptarlo, y ya no siento resentimiento ni frustración al respecto.

Después de casarme, en diferentes momentos he pensado si sería posible regresar a la Universidad, pero comencé a trabajar de tiempo completo unas pocas semanas después de haberme mudado a Monterrey; después, al poco tiempo, comenzamos a servir con los jóvenes en el Sector Universitario; un par de años más tarde tuve a mi primera hija, después a mis otros tres hijos(as); y tal parece que mi vida cada vez está más ocupada con ellos, el servicio, la vida comunitaria, mi trabajo, etc. 

Para poder regresar a la universidad tendría que hacer un cambio drástico en mi vida, además del costo económico. Quizá más adelante tenga la oportunidad de hacerlo, sólo Dios sabe. Ahora, he tratado de ponerme ciertas metas sencillas en mi vida para seguir aprendiendo, como leer libros, tomar algunos diplomados, etc.

El Señor también me ha bendecido dándome la oportunidad de hacer ciertos trabajos administrativos para las Comunidades donde he vivido. Actualmente, estoy trabajando medio tiempo para Jésed en un trabajo administrativo, y también estoy involucrada en diferentes tipos de servicio. El Señor me ha bendecido a través de los años con buenos trabajos seculares, o con trabajos dentro de las Comunidades, y he adquirido experiencia como asistente administrativa.

Estoy muy consciente de mis debilidades y limitaciones, pero también sé que, a pesar de ellas, el Señor puede usarme para su servicio si solamente dependo de Él y dejo que Él haga la parte que yo no puedo. Estoy muy agradecida con el Señor por la vida que Él me ha dado y por todas las bendiciones que ha derramado sobre mí y mi familia.

Debo añadir que Sergio ha sido un gran instrumento del Señor para ayudarme a superar esta área. Él siempre ha valorado mi rol como mujer, como esposa, como madre, como ama de casa y mi servicio para él y los niños. Con cierta frecuencia, me agradece por todas las cosas que hago, y cuando le he dicho que me gustaría poder ayudarlo más económicamente, él me responde que mi servicio con la familia es lo más importante.

Creo que todas nosotras tenemos algún tipo de "desventaja" (hándicap) o área de nuestra vida que sentimos que es una limitación u obstáculo en amar y servir a Dios, por lo tanto, traigámosla ante el Señor porque Él dice: Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, es entonces cuando soy fuerte. 2 Corintios 12, 9-10.


¡Que Dios los bendiga a todos!


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