viernes, 4 de agosto de 2023

Mi experiencia en el Verano en Misión 2006


Jessica Mendoza
Jéssica Mendoza

Mi Verano en Misión como hija de comunidad

Mi historia como hija de comunidad, es parecida a muchas otras historias de hijos de comunidad. Tenía ocho años cuando mis papas se decidieron por el llamado comunitario en Jésed, y, por consiguiente, sus pequeñas hijas pasaron a formar parte de los hijos de comunidad.

Desde los ocho años fui formada dentro de la comunidad, conviviendo con las mismas personas en todo momento, cantando "Los árboles del campo", con múltiples enseñanzas y retiros en los que trataban de acercarme más a Dios, esfuerzos que a mi parecer no funcionaban; pero siempre, cuando veía orar a los tíos, me parecía tan extraña la forma en que amaban a Dios; siempre me pregunté ¿cómo podían amar a alguien que nunca han visto?

Paso así mi adolescencia, una época difícil, de grandes cambios, y de grandes luchas, siempre con mis padres por detrás obligándome a asistir a las actividades comunitarias de la Misión de Jóvenes y, aunque trataba de esconder los calendarios de las actividades, de alguna extraña forma ellos siempre se enteraban de cada actividad.

Sucedió entonces en el verano 2006, supe que se realizaría un VEM (verano en misión, 40 días dedicadas a la formación y servicio) aquí en Monterrey. Confieso que jamás quise ir a ese evento, pero ahí estaba yo por obra del Señor; lo recuerdo todo a detalle.

En el retiro de apertura del VEM, oraron por mí, y después de tantos años de haber experimentado a Dios a través de descansos en el Espíritu y otras emociones fuertes, ese momento fue diferente, fue especial, fue solo Dios y yo, no pasó nada extraordinario, solo fue Dios mostrándose ante mí no con un amor sentimental, sino con una consciencia real de que Él estaba conmigo.

En ese momento mi vida cambió. El Señor quitó la venda que había en mis ojos, y me hizo ver las grandes cosas que había hecho por mí a través de mis padres y del ambiente comunitario; fue ese momento en el que yo personalmente decidí por Dios, decidí seguirlo; fue en ese momento en el que pase de ser hija de comunidad, a ser hija de Dios.

Han pasado ya 3 años desde que me encontré con mi Señor, momento que aún conservo en mi corazón. 

He pasado por momentos muy difíciles en este tiempo y por grandes baches, pero a pesar de las tormentas y olas que azotan mi vida, yo estoy convencida de que Dios es lo único por lo que quiero vivir. Quiero vivir luchando para Él, para un día contemplarlo y alabarle eternamente. Por cierto, nunca subestimen a un hijo de comunidad.


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