jueves, 6 de julio de 2023

A donde vayan yo iré con ustedes, donde estén yo estaré

Héctor nos relata el tiempo en que estando en una "vida cómoda",  tuvo que realizar un cambio de trabajo
Héctor y Rosy López


Vida cómoda

Por Héctor López

Mi vida en el Señor había resultado "cómoda", Dios me había alcanzado por intercesión de dos hermanos: Edgar Sosa y Humberto Reyes, quien estaba en mi mismo grupo pastoral; un trabajo muy bueno; mi esposa Rosy, de quien tendría muchas florecillas que escribir pues es una mujer de Dios; no teníamos presiones económicas; nuestro primer hijo varón, Héctor Daniel de tan solo 10 meses, colmaba de alegría los días de nuestro aún no cumplido segundo año de casados.

En este escenario de apacible vida comunitaria y familiar, el Señor deparaba un evento que marcaría nuestras vidas. Sería el mes de diciembre de 1993, Banpais la empresa donde laboraba nos informó que a causa de una reestructura necesaria, varios departamentos entre los que se encontraba en el que yo trabajaba, debían desaparecer y convertirse en uno nuevo con funciones distintas.

La opción a quedarme sin empleo era aceptar un cambio de residencia. A raíz de los compromisos adquiridos por medio de créditos como empleado con el banco, el entorno económico que se avizoraba ese año, y después de ponerlo en oración, y bajo discernimiento pastoral con mi responsable en ese momento, Rafael Salazar, tomamos la decisión de mantener el empleo al precio de viajar a otra ciudad.

 Por alguna situación yo me encontraba fuera de la oficina el día que había que decidir a que ciudad debía trasladarme de una serie de opciones posibles.

Yo pensaba en Puebla, pero mi hermano Humberto Reyes, quién tenía poder de decisión por ser mi jefe en ese entonces, pensó que Tampico, Tamaulipas, era más ventajoso para mantener la cercanía con la Comunidad Jésed y con mi familia; y sin saber de mi preferencia, tuvo que decidir en un momento dado a donde iría.

Al paso del tiempo veo claramente cómo el Señor no piensa como nosotros lo hacemos, y nos auxilia en las decisiones importantes de nuestra vida con sus propios recursos, que como en este caso suelen ser nuestros propios hermanos de Comunidad.

Nuestra experiencia en esos días era amarga: teníamos que dejar nuestra Comunidad Jésed, nuestra casa, nuestros hermanos, desprendernos de nuestras familias y teníamos que hacerlo a un lugar que ni siquiera escogimos ir.

El escenario ya estaba puesto, nosotros como protagonistas de esa parte del guión decidimos poner todo en manos del Dios bueno que nunca dudamos nos amaba, y ÉI nos respondió: "A donde vayan yo iré con ustedes ,donde estén yo estaré... " y tratando de no asirnos a lo que dejábamos atrás, fuimos con esperanza a encontrarnos con el plan que Dios conocía bien y que a nuestros ojos se presentaba como un misterio. 

Nuestro querido hermano Jaime Cabriales nos dio el nombre de un matrimonio de la ciudad de Tampico, al que él estima mucho, y con quienes ya había compartido mucho sobre la Comunidad. 

Después de unas cuantas semanas en un hotel, Rosy, Héctor Daniel y yo, nos instalamos en una casita en la colonia Guadalupe, y fue entonces que buscamos a los amigos de Jaime, la familia Flores (para la que pedimos bendiciones) y su acogida fue una caricia de Dios en aquellos días de confusiones para nuestra vida.

En su casa celebramos el primer año de nuestro hijo. Nos reunimos a orar con ellos durante algunas semanas y lo siguiente fue organizar una reunión con un grupo de hermanos que a través de la historia de la Renovación Carismática habían coincidido en una común inquietud de vivir comunidad.

La reunión fue la llave que abrió nuevos pasos por andar en aquellas benditas tierras. Entre los participantes en aquellas reuniones, un hermano con rostro apacible, radiante alegría y generosa disposición, diría casi un siervo pero casado, tomó la iniciativa y propuso que siguiéramos las reuniones en diferentes casas; a partir de ahí inicio la construcción de lazos fraternos con él y con muchos de los hermanos participantes de aquel primer grupito.

Samuel, nuestro alegre hermano, resultó ser un verdadero líder de la juventud de la Renovación en Tampico, y muy pronto se perfiló como nuestro propio líder. Unos cuantos meses después de aquel primer encuentro con Samuel, él mismo junto con Sisi, su santa esposa, con Josué, Sami y David, sus hijos, se han venido a convertir en un verdadero tesoro de inspiración para nuestra familia.

Entre reuniones y el compartir nuestras vidas como hermanos, El Señor nos agració de nuevo con nuestro segundo hijo, Miguel Enrique, ahora nacido en Tampico. Su llegada congratuló a todos los hermanos que lo acogieron con el cariño que se acoge a un hijo propio.

Fue aquél un tiempo de compartir grandes alegrías y vías dolorosas, como la partida de nuestro primer ahijado en Tampico, Josué, a quién El Señor le concedió ver la luz y sentir la caricia de su mamá Citlali, e inmediatamente partir al cielo; sabemos que este inocente fue también la primicia de la incipiente comunidad de Tampico, el primero en ver cumplida la promesa de "llegar a la tierra prometida" .

De nuestra Comunidad Jésed llegaron otros hermanos, aún antes que nosotros, a Tampico, como Jaime Cabriales o Hugo Villegas, quienes sembraron en parcelas que nosotros como familia no hubiéramos tocado ni imaginado existían, pero a nosotros nos regaló Dios ver florecer de todos esos espacios el brote de los frutos de vida comunitaria. 

EL 8 de diciembre de 1996 hicimos un primer compromiso Comunitario bajo el nombre de "Nueva Jerusalén" . En febrero de 1997, justo tres años después de haber iniciado aquel peregrinar, el Señor nos devolvió a Monterrey, no diré a nuestra casa porque descubrimos que nuestra casa, nuestro lugar, es donde Dios esté con nosotros.

Mi último responsable pastoral, antes de partir a Tampico, se convirtió algunos meses después de nuestro retorno en el primer responsable oficial ante la EDE del grupo prospectivo de Tampico, dentro del proceso del Macro Esquema de formación de nuevas comunidades.

La Comunidad ahora llamada "Sagrada Familia", es una comunidad afiliada a la EDE, y nuestros entrañables hermanos de aquella parte del origen que nos toco vivir, perseveran, más aún, alimentan con su propia vida los caminos del Señor en la construcción del Baluarte. Y sobre su propia historia comunitaria podríamos escribir algunas fragantes florecillas que aún hoy, con tenues, pero constantes aromas, acompañan y alientan nuestra vida en el Señor.

No tenemos forma de pagar al Señor el bien que nos ha hecho, ha dejado en nuestro corazón el constante sentimiento de gratitud por la ternura de su amor a través de tan entrañables hermanos.

Este es nuestro testimonio: Dios lo hará siempre mejor de lo que planeamos nosotros, ni la angustia ni lo adverso de la situación superan la prevalencia del Amor que el Señor nos tiene.

Querido hermano si el Señor te lo pide ve y hazlo, Él va a ir y lo hará contigo.


Paz y Bien.

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