viernes, 12 de mayo de 2023

Dios bendice a su manera

Claudia Balboa nos relata como Dios nos bendice a su manera, quiere lo mejor para nosotros
Claudia Lorena Balboa de Quinto

Dios bendice a su manera, EL quiere lo mejor, lo mejor de lo mejor para sus hijos

En el 2003, pronto a cumplir tres años de casados, nos dimos cuenta que no podíamos embarazarnos, que nuestros cuerpos, aun gozando de excelente y total salud, simplemente, sin explicación médica, no estaban listos para procrear. Al inicio fue difícil aceptarlo, no podía estarnos sucediendo, al rato llegarían los bebés, todo era cuestión de orar, esperar, relajarse y confiar, confiar y confiar.

Sin embargo, la espera se alargaba aun más cada mes, no era fácil.

Para muchos a nuestro alrededor era tan fácil concebir, tan fácil embarazarse, tan fácil tener el primer hijo, luego el segundo y ¿nosotros? ¿Dios se habría olvidado de nosotros? No, no era posible, El nos amaba, nos había escogido para formar un matrimonio, era su plan que formásemos una familia... y sin embargo, los hijos no llegaban. Fue un tiempo difícil donde Dios nos fue llevando por la negación (especialmente mi negación a aceptar que los hijos no llegaban) y el dolor, hasta la aceptación gozosa de su voluntad.

Fue un peregrinar acompañado de lágrimas, purificación y dolor, pero también de la presencia de nuestro Señor, amándonos, cuidándonos, aclarándonos todo; fue un peregrinar donde entregamos el anhelo de los hijos a nuestro Señor, El nos lo estaba pidiendo y su gracia nos fortaleció. Lo amábamos a El y estábamos dispuestos a amar su voluntad, sabiendo que su gracia nos fortalecería y confiando en que Dios todo lo permite para el bien de los que le aman Romanos 8,28.

Entonces, Dios no podía estarse equivocando, El tenía un plan perfecto de amor para nuestro matrimonio y por ello estaba permitiendo todo. Así, confiando en El nos abrimos a Su voluntad, aceptando que los hijos no llegaban, y que tal vez nunca o algún día llegarían; nuestros corazones estaban en paz; nuestra vida matrimonial estaba completa, nos teníamos el uno al otro, y Dios nos pedía hacernos felices mutuamente, vivir para honrar al cónyuge, alcanzar la santidad juntos. Aun sin hijos, Dios nos estaba bendiciendo, ¡pero a su manera!

Al inicio del año 2006, una breve oración susurró mi corazón, una oración breve, sin reclamos: "Señor, sé que tienes un plan para nuestro matrimonio sin hijos, si es tu voluntad, muéstranos que quieres de nosotros".

Jamás imaginé lo que vendría. En febrero 2006, en un retiro con universitarios, Dios empezó a responder con una palabra que nos regaló diciéndonos que algo grande venía, que El estaba buscando quien estuviese dispuesto a una renuncia fuerte y dolorosa, y que El prometía estar ahí.

Dos días después, nuestro queridísimo amigo y Siervo de la Palabra, David Mijares, nos hizo una invitación (sólo era una invitación) a irnos un "tiempecito" como misioneros para trabajar con la juventud en el Centro Regional Sur en Ecuador.

Había una necesidad, y en una conversación, nuestro buen amigo y también muy queridísimo, Pepe Vázquez (Siervo de la Palabra), quien sabía del anhelo que albergaba nuestro corazón de ser misioneros, lo había compartido con David (¡como Dios hace que los caminos se crucen!).

De esta manera la invitación llegó a nuestras vidas y la cuaresma del 2006 fue el tiempo para discernir el llamado que Dios nos estaba haciendo. Terminado este bendito tiempo, tomados de la mano del Señor y uno del otro, aceptamos la invitación e iniciamos la aventura misionera.

Lo que para el mundo pudiera resultar una "desgracia", "una falta de algo", Dios la ha transformado en una bendición y en un llamado. Somos un matrimonio libre de hijos (como leí en un libro, no quisiéramos mas decir "sin hijos" porque da la connotación de que algo nos falta, y no es así, no nos falta algo, estamos completitos; por ello preferimos decir libres de hijos), así Dios nos ha llamado hasta este momento y así hemos de servirle. Con una convicción fuerte en nuestra mente y corazón que esto es plan de Dios, y EL no se equivoca.

EL quiere lo mejor, lo mejor de lo mejor para sus hijos, y queremos por ello hacer vida en nosotros su voluntad, para su gloria y para su honra, ¡para eso fuimos creados!

Si en algún momento llegasen los pequeñines, gloria sea dada a Dios; y si no llegasen nunca, gloria sea dada a Dios... nuestro gozo, nuestro fin último como matrimonio es glorificarle con nuestras vidas. Amén.


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