viernes, 19 de mayo de 2023

EI Señor, dueño de todo

Claudia nos narra su testimonio de como había perdido la piedra de su anillo de matrimonio y El Señor se la devolvió
Claudia Lorena Balboa de Quinto y Sergio Quinto

El Señor me regresó el diamante de mi anillo

Nuestro primer viaje misionero a Cuenca, Ecuador había concluido: habíamos pasado una semana sirviendo con un escuadrón de jóvenes de Quito y Guayaquil a nuestros hermanos de Cuenca.

Se había organizado un Curso de Nueva Vida en Cristo enfocado a los hijos de comunidad; el retiro de Cortejo y Noviazgo; unas charlas para los papás de adolescentes. Y estábamos listos para emprender el viaje de regreso en el autobús. Nos esperaban diez horas de viaje, así que nos estábamos acomodando para dormir.

Platicábamos mi esposo, Sergio Quinto, y yo, de las bendiciones vividas en esa semana y cuanto habíamos aprendido. Le agradecíamos al Señor por el viaje y la vida de los chicos. En eso, me doy cuenta que la piedra (diamante) de mi anillo de compromiso no estaba. Le comenté a mi esposo y empezamos a buscarlo. Sólo le comentamos a uno que Otro de los chicos para que no hubiera mucho revuelo en el autobús. Lo buscamos y no apareció.

Mi esposo me dijo: "Amor, entrégaselo al Señor. El nos lo dio y El sabrá cuando podremos recuperarlo". No era fácil para mí. Como muchas mujeres casadas me comprenderán, el anillo de compromiso es más que algo material, representa mucho para nosotras. Y entre lágrimas, orando, se lo entregué al Señor y pude dormir (esto es sólo gracia que Dios me regaló en ese momento: descansar y confiar en El).

Llegamos a Quito al siguiente día. Al llegar a casa, mi esposo me dice: "vamos a desempacar cuidadosamente para ver si la piedra no está por ahí atorada". Mi esposo empezó a desempacar. Y en ese mismo momento yo oré al Señor diciéndole: "Señor, si es tu voluntad que esta piedra se pierda, en tu Nombre lo acepto y te la entrego a ti; pero si es el enemigo quien quiere dañarnos con esto, yo rechazo ese daño y reclamo que esa piedra me sea regresada en este momento en el nombre de Jesús, pues el enemigo no tiene ninguna autoridad en mi vida ni en mi matrimonio."

Cuando terminé de hacer esta oración mi esposo me llamó y me dijo: "¡La encontré! Estaba atorada dentro de una de las maletas" . Hermanos, la manera en que estaba atorada, yo hubiera sentido cuando se me cayó, pues estaba bastante asegurada en el anillo. Esto no fue coincidencia.

¡Yo creo que El Señor me la regresó! ¡Doy honor y gloria a El, que tiene poder sobre todo cuanto existe! ¡El es el dueño de todo lo creado! ¡Y proclamo que sólo El tiene autoridad para hacer cuanto guste en mi vida y en mi matrimonio! ¡Amén!


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