viernes, 5 de mayo de 2023

Lecciones sobre la evangelización

El Siervo David Mijares nos comparte su testimonio de como Dios le dio dos grandes enseñanzas en la evangelización
David Alberto Mijares


Lecciones sobre la evangelización

David A. Mijares

Cuando llegué a Michigan (a los 24 años de edad) para conocer la Hermandad de los Siervos de la Palabra, a las pocas semanas, junto con dos o tres hermanos más que sabían hablar español (Carlos Anderson, Myriam Torres) decidimos intentar comenzar una misión de evangelización orientada a los latinos estudiantes de la Universidad de Michigan en Ann Arbor. Ya de tiempo atrás, Dios había puesto en mi corazón un deseo muy grande por evangelizar, por llevar el mensaje del Reino de Dios a cuantos más pudiera; un fuego ardía en mi corazón. Pero ese fuego, ese celo necesitaba ser purificado, necesitaba aprender a depender de Dios, necesitaba crecer y madurar.

A continuación relato un par de historias (entre muchas más) que Dios usó para irme formando en este gran mandato de ir y hacer discípulos a todos los confines de la tierra. Están escritas como si hubieran sucedido hace unos cuantos días, ya que casi en su totalidad, es una transcripción de lo que escribí en aquel entonces.


1a Lección: ¿Qué es lo más valioso que puedo ofrecerle a un ser humano?

El otro día (1984), íbamos un hermano Siervo y yo rumbo a una granja, a donde usualmente vamos a descansar una vez a la semana. El camino estaba lleno de nieve y conducir en esas condiciones es muy peligroso y por lo mismo, con frecuencia, hay accidentes. Dicho y hecho, vimos una camioneta "pick-up" volteada y a las personas que iban dentro tratando de salir. Nos paramos para ver si les podíamos ayudar en algo. Según nos dijeron, el accidente había sucedido tan solo unos cuantos minutos antes. Gracias a Dios no hubo ningún herido. Era una pareja, que al parecer regresaban de un bar o de una fiesta. El hombre estaba bastante borracho y la mujer estaba un poco más sobria, aunque no tanto. Les ofrecimos llevarles a casa de la muchacha, ya que parece que ahí podrían conseguir otro carro y llamar por teléfono.

Del lugar del accidente a la casa de la muchacha eran como 20 minutos en carro. Mientras íbamos conduciendo, el Señor me dio una inspiración que se me quedó muy grabada, y que me llevó a pensar: "¿Qué es lo más valioso que yo pudiera darle a esta pareja? ¿Qué puedo ofrecerles que pudiera cambiar sus vidas?" En mis adentros reflexionaba: Quizás vayan a recordar que unas personas muy buenas les ayudaron, o que esas personas eran muy simpáticas, o que tenían una conversación muy amena o que su personalidad era "irresistiblemente atractiva" , etc. Pero comencé a darme cuenta, en mi discurso interior, que ninguna de esas cosas podía llegar a hacer una diferencia significativa en sus vidas.

Eso me permitió poder comprender con gran claridad la gran verdad (y tan sencilla también) que lo único que puede llegar a cambiar radicalmente la vida de un hombre es Jesucristo; su amor y el plan perfecto que El tiene para todo ser humano.

Un pasaje que se me vino a la mente fue el del Evangelio de Juan 10:10 que dice: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia". ¿Qué esperanza tienen ellos en la vida, qué cosas están buscando para darle sentido a su existencia... fiestas, alcohol, drogas, sexo? Necesitan "algo" o "alguien" que les ayude a entender el propósito para el cual fueron creados y la vida a la cual están siendo llamados en Cristo.

Todas estas cosas pasaban por mi mente...

En ése momento no pude sino tratar con todas mis fuerzas de comenzar a hablarles de Jesucristo. Les pregunté si eran cristianos, y eso fue abriendo la comunicación poco a poco. Desafortunadamente ya no hubo mucho tiempo, porque al poco rato llegamos a nuestro destino y no pudimos terminar la conversación que apenas comenzaba. Pero afortunadamente, Dios aprovechó este incidente para darme una lección que espero nunca olvidar: que el regalo más precioso que le podemos dar al hombre, que lo más valioso que yo puedo ofrecerle a un ser humano es a Cristo, y que debo aprovechar lo más posible las oportunidades que él me da para llevar su mensaje a los demás. ;Qué privilegio tener verdaderamente lo más valioso a nuestro alcance y poderlo ofrecer a los demás! ¡Que privilegio haber sido convocados por Dios mismo para ser mensajeros suyos, para ser sus embajadores!


2a Lección: El poder de la oración y el control de Dios sobre las cosas.

Hace unos meses (también en 1984), conocí a un joven costarricense en un Instituto para aprender Inglés. Comenzamos a tener una muy buena relación, y en una ocasión, jugando basquetbol, se lastimó el tobillo. Estuvo muy cerca de habérselo fracturado.

El médico le recomendó que anduviera en muletas por varios días, así que me ofrecí llevarlo en carro a clases para que no tuviera que caminar tan lejos en muletas.

La primera vez que fui a recogerlo, me preguntó si no podíamos darle un aventón a un amigo suyo de Colombia, llamado Oscar, que también estudiaba en el mismo instituto de Inglés. Le dije que con mucho gusto, pensando en mis adentros que podía ser una buena oportunidad de conocer a otro latino para llevarle oportunamente el mensaje de Jesucristo. Es su historia la que ahora te cuento.

Llegando al coche, me encuentro con la sorpresa de que me habían multado por haberme estacionado enfrente de una torna de agua (de esas que se usan en casos de incendio). Para colmo, era el tipo de multa que no podía reducirse, ni siquiera pagándola el mismo día. Este incidente hizo que estuviera poco atento a la conversación con Oscar en el coche, Sin embargo, sabía que si no le pedía el teléfono o la dirección a este Colombiano, lo más probable es que nunca más lo volviera a ver. En fin, la oportunidad no se presentó y terminamos despidiéndonos, lamentándome por dentro de no haber sido más agresivo para pedirle sus datos.

Un par de días más tarde, sentí que el Señor me estaba inspirando a que pidiera por él. Comencé a hacerlo y le pedía a Dios que me volviera a dar una oportunidad con él, que me pusiera de alguna manera en contacto con él, que me hiciera encontrármelo por ahí... 

Pues dicho y hecho (o mejor todavía: orado y cumplido), dos días después, caminando por la Universidad me encontré con él. De pronto vi venir a alguien que me parecía conocido, pero que no sabía quien era, y no pudiéndome acordar donde lo había visto, lo dejé pasar, pero de pronto me acorde: "Pero si es Oscar, nada menos y nada más". Me volteé, y sin pensarlo le grité fuertemente: "Oscar". 

Gracias a Dios se dio por aludido, pero lo notaba un poco "raro" , por no decir seco e indispuesto. Conversamos un poco y esta vez sí intercambiamos teléfonos. Poco a poco lo comencé a frecuentar. Al principio fue muy difícil, ya que experimentaba un claro rechazo e indisposición de su parte. Después de varios meses supe a qué se debía esto, pero mientras tanto, no fue una relación que al menos al inicio fuera muy agradable y llevadera.

A los meses programamos tener un Curso de Nueva Vida en Cristo, así que comencé a ver la manera de invitar a Oscar para ver si se animaba a asistir al curso. Lo invité, y dijo que estaba muy ocupado con las clases y que se le hacía muy difícil poder asistir. "En fin", dije yo, "Dios sabe lo que hace".

Continué orando por él para que Dios le hiciera ver la oportunidad que tenía de poder acercarse más a Dios a través del curso. A mitad de semana, después de la primera plática del curso (que eran 6 en total), sonó el teléfono y ¿adivinen quién era? Correcto, era Oscar, preguntándome si todavía no era demasiado tarde para participar en el curso, que lo había pensado bien y que había decidido tomarlo. "Si me doy tiempo para otras cosas, ¿por qué no he de darme un tiempo para las cosas de Dios?" , me dijo.

El curso transformó la vida de Oscar. Él entregó su vida al Señor y expresó claramente su deseo de vivir la vida que Dios tenía para él.

El siguiente paso, para los asistentes, era perseverar en los caminos de Dios e irse formando como discípulos, y vincularse con otros hermanos cristianos para apoyarse en su caminar con Cristo. Así que los invitamos a un retiro en el que se les hablaba acerca de lo que es vivir en Comunidad Cristiana y del plan de Dios para el mundo de hoy. Oscar aceptó ir. Yo no pude participar y acompañarlo por que había salido de viaje; pero a mi regreso, me platicaron que Dios los había bendecido mucho y que Oscar quería más y más seguir en los caminos de Dios, y sucedió algo interesante.

Resulta que Oscar compartió durante el retiro acerca de nuestra relación, y del incidente aquél en el que nos encontramos accidentalmente en la calle. Comentó que para ese entonces él ya sabía quien era yo: que era cristiano, que formaba parte de un grupo que se juntaban a hacer oración, y que se llamaba UCO (University Christian Outreach), y que me la pasaba buscando latinos a quien conocer en los institutos de Ingles... Continuó diciendo Oscar que por eso mismo, él había tratando de esquivarme aquella vez: "Yo lo reconocí (a David) a distancia aquella vez, pero me quise hacer el disimulado" . ¿Cómo pudo haberse enterado de esto? Platicando con él, me comentó que ya todo mundo me conocía en los Institutos de Inglés y sabían acerca de nuestro grupo y que por eso todo mundo me rehuía.

Todo esto me hizo pensar mucho acerca del llamado que Dios nos ha hecho de predicar el mensaje del Evangelio, y que podemos contar con que Él hará su parte, hasta en los pequeños detalles, que si bien podemos pasar tribulación y persecución (y la promesa es que en efecto así va a ser), bien vale la pena por que la recompensa será grande en los cielos. ¿Cómo no llenarse de gozo, junto con Oscar, por lo que Dios ha hecho en su vida?

Si conversiones como éstas son la consecuencia de nuestras pequeñas persecuciones, quiera Dios darnos valentía para mantenernos firmes en la misión que él nos ha encomendado de predicar el Evangelio y hacer avanzar su obra. Oscar es ahora una nueva persona.


¡Gloria a Dios!



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