jueves, 4 de mayo de 2023

Mi segunda conversión

 

David Mijares nos relata de su segunda conversión, su segunda luna de miel, una nueva forma en que Dios se le reveló
David Mijares, Siervo de la Palabra


Mi segunda Luna de Miel, Mi segunda conversión

David A. Mijares

Suelo decir que en mi vida, hasta hoy, he tenido 3 conversiones. Es una manera de decir que ha habido 3 ocasiones muy significativas que han marcado mi vida y mi relación con Dios de manera extraordinaria. Quisiera contarles en esta florecilla la segunda de ellas.

En 1984, cuatro años después de mi "primera conversión", fui a Ann Arbor, Michigan, a conocer a los Siervos de laPalabra y ver si ese era el camino que Dios tenía para mi vida. Llegué a vivir a una casa con otros dieciséis Siervos. Yo era el menor y todos los demás eran grandes personalidades en nuestra comunidad internacional: Paco Gavrilides, John Keating, Bruce Yocum, por mencionar algunos.

A decir verdad, el primer año fue sumamente difícil para mí. Comencé a conocerme más profundamente y eso me llevó a descubrir con mayor claridad algunas de mis limitaciones y puntos "ciegos" de mi persona. ¡Algunos Siervos dicen que todavía necesito una buena dosis de este autoconocimiento y que por eso me van a regalar un espejo, pero eso es tema de otro libro!

Entre las cosas que descubrí acerca de mí mismo es que no me es tan fácil acoplarme a otras culturas y vivir en un país en donde el lenguaje principal no sea el español. Me cuesta trabajo adaptarme. Por éstas y otras razones, me resultó difícil llegar a "sentirme en casa" viviendo con mis hermanos Siervos.

Al cabo de un año, esta situación seguía siendo difícil para mí. Un par de meses después, durante la Cuaresma, llegaba el tiempo de tomar una decisión de seguir o no adelante en el proceso de formación. Debido a la confusión que tenía y a los retos que experimentaba, decidí no continuar con ellos y así lo anuncié a mis hermanos.

 Sin embargo, pocos días después tuve una experiencia que es la que yo llamo mi segunda conversión y que quisiera relatar a continuación:

En Cuaresma, los Siervos de la Palabra solemos tomar al menos un fin de semana de retiro. Fue durante este retiro en la Cuaresma de 1985, que el viernes, después de la oración de la noche (las "Completas"), como a eso de las 10:30 p.m., me quedé un momento más pidiéndole al Señor que me revelara más acerca de su persona, que quería conocerlo más, que deseaba adentrarme más en mi relación con Él.

Estuve en silencio orando por unos minutos, y ya cuando estaba apunto de retirarme del "cuarto de oración", comencé a experimentar a Dios de una manera muy especial y diferente. La imagen que continuamente se me venía a la mente era la de Dios como un padre a quien uno llega al final del día a platicar con él, acerca de cómo le había ido a uno durante el día. Y me hacía preguntas como las siguientes: "¿Cómo nos fue hoy?" (En lugar de: ¿cómo te fue?) "¿Cómo nos fue en esta actividad que normalmente no te gusta mucho? ¿Cómo nos fue con fulano de tal, O en esta charla que tuviste que dar, o en este reto que quiero que abraces, O en esta situación en la que a veces tiendes a impacientarte o te da miedo, etc.?" Lo nuevo, lo revelador, es que experimentaba que me hacía estas preguntas impregnadas de un profundo amor por mí. Al mismo tiempo que me las hacía, me decía: "Pero recuerda que te estoy poniendo en estas circunstancias para entrenarte y formarte en tu carácter, para que de esta manera puedas asemejarte más a mí, para que crezcas en santidad. . .

En todo esto, no experimentaba a Dios condenándome o juzgándome, sino más bien, como alguien que estaba completamente de mi parte y a favor mío, que me decía: "No olvides que estamos en esto juntos, que estoy contigo, que vamos a salir adelante echándole ganas; recuerda que soy yo el que está haciendo el plan para tu vida, que las circunstancias soy yo quien las está escogiendo para entrenarte y formarte como mi hijo". Estaba descubriendo a Dios como un padre que quería mi bien, y que tenía un plan perfecto de circunstancias para ayudarme a crecer y a fortalecerme en el carácter de su hijo Jesucristo.

Esto me hacía experimentar una gran confianza de poderle decir sin pena alguna mis luchas y mis victorias: "Pues fíjate que no nos fue muy bien, todavía me sigo desanimando, en esta circunstancia en especial no luché contra las mentiras que me venían a la mente, me dejé vencer por el miedo en tal ocasión,... pero salí adelante en estas otras cosas, no me impacienté con fulano, saqué fuerzas para servir a zutano, etc.". En todo el diálogo, experimentaba a Dios aceptándome plenamente como Padre, no como a un juez,sino como a alguien con quien yo podía tener confianza por saber que deseaba lo mejor para mi vida.

En la oración le decía a Dios: "¿Cómo es posible que antes no viera esta verdad? ¡Estaba ahí y no la veía! ¡Estaba ciego y ahora veo!" Casi podría decir que "descubrí" (experimenté en carne propia) a Dios Padre esa noche, yo, que había dado charlas en el pasado acerca de la paternidad de Dios. Realmente descubrí más de su amor y de su cuidado paternal.

Me atrevería a decir que experimenté su amor como nunca antes lo había hecho. Todavía es fecha que cuando estoy llevando a cabo mis responsabilidades cotidianas, escucho al Señor que me dice, -por ejemplo mientras me preparo para ir a hacer algo de ejercicio-: "Recuerda que también el ejercicio es algo que yo quiero para tu vida, es parte de mi plan para ti, no pierdas de vista que yo soy el que preparo las circunstancias para ti y que estoy contigo aún en medio de tu ejercicio, así que ahí estaré a tu lado mientras vas a correr"; y así en cada una de mis actividades.

Desde aquel día, mi relación con Dios ha sido diferente. Comenzó a tener una dimensión de amor y de saberme acompañado, que ha sido quizás la fuente que más fuerza me ha dado para luchar mis batallas y los retos que he ido enfrentando en la vida.

 Vuelvo a descubrir que la respuesta para vivir nuestra vida en esperanza, es estar bien "conectados" con el Señor. Ahora todas las cosas que suceden, fáciles o difíciles, alegres o tristes, aburridas o no, cansa- das o no, las veo a través de este nuevo espejo de la paternidad de Dios.

Experimento que esta verdad me llena de fuerza y de valor para salir adelante de la mejor manera posible. Ahora, cada circunstancia es una en la que el Señor está detrás de ella queriendo ver cómo "nos va", para enseñarnos a hacerlo mejor la próxima vez: "Recuerda David, que estamos en esto juntos, que yo te he puesto en estas circunstancias (o las he permitido) por que quiero lo mejor para ti".

 

Una segunda "luna de miel" con el Señor, con Dios como mi Padre.¡

Gracias Señor!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los más leídos