martes, 25 de abril de 2023

Nadie que se siente amada por Dios puede permanecer triste

nadie que se siente amada por Dios puede permanecer triste, Esperanza nos narra la bondad de Dios ante el sufrimiento.
Esperanza y Héctor Ayala



Para la honra y gloria de Dios
Esperanza Ayala


Reconociendo Su infinito poder y misericordia, quiero contarles el milagro que viví hace unos años: era el lunes 12 de agosto del 2002, y quienes estábamos de servicio en MCM en San Francisco de Asís (en Apodaca), nos preparábamos para el primer retiro que los matrimonios de esta Misión iban a vivir el siguiente fin de semana.

Yo, con el corazón dispuesto para este servicio, pero al mismo tiempo con una gran pena en el alma, pues mi hermana Sara, después de una dolorosa enfermedad, pasaba por sus últimos momentos.

Esa noche, al estar orando unos por otros, mi querida hermana Gloria Luna nos compartió una visión, en la cual había visto que la Virgen María me tenía en sus amorosos brazos. Esta fue la primera de muchas bendiciones que a lo largo de esa semana iba a vivir.

La madrugada del jueves 15, mi querida hermana se encontró con su Creador. Triste, pero confiando en la misericordia de Dios, sentí una paz que solamente quien se sabe amada por ÉI la puede experimentar. Mis queridos padres, abatidos, pero fuertes en el amor de Dios, vivían su dolor, al igual que mis cuatro hermanos.

Al día siguiente, con un profundo dolor pero con la plena confianza en Dios, la sepultamos; yo, sintiendo que había cumplido con ella, me disponía a servir a mis hermanos de la Misión en la Vivencia Matrimonial, pero en el camino del panteón a mi casa, me invadió una profunda tristeza, un temor espantoso, un llanto sin fin, y Héctor, mi amadísimo esposo, apoyándome como siempre, me hablaba con ternura, de cuánto me amaba Dios, y de lo feliz que estaba mi hermana a su lado; pero yo seguía llorando desesperadamente sin encontrar consuelo, y para ese momento sin ánimo de ir al retiro, parecía que en un segundo había perdido completamente mi fe.

Mi esposo, sabiamente, asumiendo su papel de pastor y viendo cómo su oveja asustada no encontraba el rumbo, me habló con amor, pero con santa autoridad, y me retó con estas palabras: "Está bien, entonces ve y diles a los matrimonios que Dios no existe, que todo es mentira"; palabras que me hicieron reaccionar elevando esta oración; Señor, yo quiero servirte, pero siento que en lugar de ayudarte te voy a estorbar, por favor ayúdame, te necesito, en realidad quiero servirte.

Y tomando una fotografía de mi hermana (¿para qué?, más adelante les contaré), nos encaminamos al lugar de reunión y, al llegar, el enemigo -que siempre esta al acecho para mortificarme, se valió del comentario que hizo una persona cuando me vio: ·¡Pero cómo! ¿Qué estas haciendo aquí, si acabas de sepultar a tu hermana?, palabras que me volvieron a la realidad, provocando nuevamente el interminable llanto, parecía que no había manera de salir de ese pozo en el que cada vez me sentía más y más hundida; pero el buen Dios, haciendo Honor a Su Nombre y mostrándome una vez más su infinito amor, me sacó de esa penumbra, y me llevó del llanto a la alegría, de la obscuridad a la luz, por medio de una oración en la que me hacía saber que no debía preocuparme por mi hermana, que ella estaba bien. Era lo que necesitaba saber para poder concentrarme en el servicio que tenia que dar.

Fue tal el gozo que experimenté, que era difícil creer que aquella oveja que momentos antes se sentía abatida y triste, era esa misma que ahora estaba inmersa en una profunda alegría; pero así es el Buen Pastor que, cuando va en busca de la oveja perdida, sana todas y cada una de sus heridas, y nadie que se siente amada por Dios puede permanecer triste; este gozo permanece en mí, hasta el día de hoy.

Al día siguiente (ahora les cuento lo de la fotografía) al entrar en la Capilla para hacer oración, la foto de mi hermana que había pegado a mi gafete se cayó, no le di importancia, la recogí y la coloque en su lugar, me arrodillé ante el Santísimo e hice oración.

Al salir, la foto se volvió a caer en el mismo lugar que había caído antes, me regresé y le dije a mi Señor: Sé que me quieres decir algo, pero no entiendo, por favor háblame claro. En ese momento se me abrieron los oídos de la fe, y oí claramente este mensaje: Sara me conoció en vida y me reconoció como su Salvador, ahora está conmigo alabándome todo el tiempo, dile a tu familia que no se preocupen, que todo está bien, que el dolor va a pasar, promesas que el Señor ha cumplido fielmente.

Por si fuera poco, ese mismo día en la noche, al entrar a mi cuarto, vi reflejada en la pared la imagen de la Santísima Virgen María que me confirmaba la visión que les contaba al principio, con estas palabras: ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?

He apoyado en muchos retiros, y en todos he visto las maravillas de Dios, pero en lo personal, éste ha marcado mi vida de una manera tan radical, que a partir de esta experiencia asisto todos los días a la Santa Misa, al principio buscando consuelo a mi dolor, pero ahora lo hago convencida de la necesidad que tengo de alimentarme diariamente de Jesús Eucaristía.

Con un profundo agradecimiento a:

Héctor, mi amadísimo esposo, que con su amor y apoyo me ha confortado; a Mario y Tere Flores, instrumentos de Dios para ayudarme a aceptar Su voluntad, y quienes hasta el día de hoy preguntan por mi familia; Ernesto y Anita Perales, Rubén y Rosario García, Concho y Gloria Luna, amadísimos hermanos que conocieron personalmente a mi hermana, y que con su compañía y palabras de aliento, hicieron más Llevadera su enfermedad; Martín y Tina Farías, que con su sabiduría, le aclararon todas sus dudas, cuando estuvo a punto de convertirse en Testigo de Jehová, y, por supuesto, a todos aquellos que con sus oraciones me han favorecido.


Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos O propiedades por causa de mi Nombre, recibirá cien veces más, y tendrá por herencia la vida eterna" (Mateo 19,29).


¡Que Dios los bendiga a todos!

¡Jesús resucitó, Aleluya!


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