domingo, 9 de abril de 2023

Si me sacas de esta iré a donde tú quieras Señor

José Luis Mancillas








En septiembre del 1984, me encontraba durmiendo después de una noche de pachanga. Como en muchas otras ocasiones, me despertó una llamada. Era un compadre que yo tenia (t) y me dijo que le diera la mano porque se había volteado un tráiler con mercancía de contrabando, la cual deberíamos cambiar a un Torton, para después llevarla a Bustamante, Nuevo León.

Llegando a ese lugar habría gente que nos protegería: federales, aduanales etc., puesto que la mercancía era ilegal. Así lo hicimos y todo transcurría tranquilamente, hasta que llegaron personas de más alto rango y entonces la gente, que primero nos ayudaba, se volteó en nuestra contra. Golpearon a varios de mis amigos con las armas y los forzaron a entrar a una camioneta como detenidos. Preguntamos qué pasaba y nos dijeron: "Llegó el jefe y no estaba enterado de esto. o son ustedes, o somos nosotros" . El jefe preguntó: "Qué pasa aquí ?" Ellos contestaron: "Atrapamos a esta gente, señor".

En ese momento, me puse a rezar, pues me imaginaba que nos llevarían a la cárcel. Le dije al Señor: "Si me sacas de esta, te prometo seguirte a donde tú quieras, Señor". En ese momento, llegó -del rancho- una persona que me conocía y que venía a traer agua para las demás personas, pues hacía mucho calor. Me dijo que lo acompañara y, pasando por en medio de todos, comencé a recoger las carteras con dinero y los documentos que -por la ventana- me tiraban mis amigos para no ser identificados. Esta persona, que el Señor envío, me llevó hasta un lugar en donde tomé un autobús de regreso a Monterrey.

Pasaba el tiempo, y el Señor me recordaba mi promesa. Empecé a hacerme el desentendido hasta que, un día, cansado de mí mismo, decidí cumplir mi promesa.

Me acordé de un amigo (Goyo Villarreal) que me había invitado a un grupo de oración. Llegué a la iglesia del Rosario, era donde se reunían. Había un grupo de personas que cantaban, que hablaban medio raro y que, como mirando al cielo, sonreían.

Todo eso me pareció muy raro y, al no encontrar a mi amigo, opté por retirarme. Ya iba saliendo, cuando sentí un brazo en mi hombro. Era PACO NAVA y me preguntó a quién buscaba. Contesté que a un amigo pero, que como no estaba, ya me iba. Paco me dijo que sí estaba, yo le dije que no. El insistió nuevamente y, en ese momento, me acordé de mi promesa: A DONDE TÚ QUIERAS SEÑOR.

Me regresé. Paco me dio unos cantos y me puso en primera fila. Yo estaba sude y sude, y todo nervioso. Quería salirme y correr de ahí, pero el Señor me recordaba: "Dijiste que a donde yo quisiera". El Señor me dijo que ése era el lugar que tenía para mí. ¡Gloria al Señor!

Pasó un año y medio, tiempo durante el cual no recuerdo haber faltado un solo viernes a esas asambleas. El Señor iba haciendo su obra en mí. ¡ALABADO SEA EL SEÑOR!

Después de ese tiempo y una semana antes de recibir el Bautismo en el Espíritu Santo, tuve un accidente en la carretera Miguel Alemán. Iba en una camioneta del trabajo a dejar una mercancía al aeropuerto. Me acompañaban dos amigos del trabajo cuando, de repente, otro carro invadió mi carril. 

No pude controlar la camioneta, choqué contra el muro de contención y caímos al vacío.

La camioneta estaba con el techo pegado al volante. Mis amigos y yo no supimos como salimos de ahí. Les dije, "Vamos a rezar un Padre Nuestro, porque estamos vivos" . Terminamos de rezar y unas personas que se habían detenido, debido al accidente, nos gritaron desde arriba del puente: "¿Están bien?" Les respondimos que sí. Después me gritaron que la camioneta estaba prendida y atrancada con una roca grande. Miré hacia la camioneta y estaba una persona diabólica riéndose de mí y le dije: Ya sé quién eres y no tienes ningún poder sobre mí. Quisiste quitarme la vida y no pudiste, porque mi vida le pertenece a JESUCRISTO. ¡ALABADO SEA EL SEÑOR!" Al nombre de Jesús, el demonio desapareció. Entonces me fui a apagar la camioneta.

Más tarde, llegaron los federales de caminos y nos llevaron al hospital donde nos atendieron. Posteriormente, me detuvieron por daños a la nación y me encerraron por tres días; hasta que salí libre.

Después del accidente, me dio una enfermedad llamada neuro dermatitis, la cual afectó todo mi cuerpo. Mi aspecto no era muy agradable, ya que se me hinchaba la cara y el cuerpo.

Al llegar el viernes de oración, yo seguía enfermo. Mi madre me animó y me dijo: "Pues ve. No creo que te pongas mas feo de lo que ya estás".

Ese día recibí la bendición del Señor. Me dio sanación interior y tuve visiones. Lloré de alegría todo el tiempo de la oración y experimenté una paz que nunca antes había tenido.

En ese momento, mi vida cambió y nunca más volvió a ser la misma. Posteriormente, el Señor me llamó a vivir en este pueblo santo, Jésed, donde conocí a quien ahora es mi esposa. Hoy en día vivo una vida en el Señor, junto con mis hijos y mi esposa. 

¡SEÑOR, TODA LA GLORIA SEA PARA TI! ¡A DONDE TÚ QUIERAS SEÑOR!


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