viernes, 7 de abril de 2023

Nuestras vidas están en manos del Señor

Por Alan Rangel 


Todo lo que sucede lo permite Dios para el bien de los que lo aman" (Romanos 8,28).

Una vez alguien me dijo que cuando terminara la Brecha deberías escribir un libro que se llamara: "Fui a la Brecha y sobreviví." Creo que tenía razón.

Hola que tal, mi nombre es Alan Rangel y soy brechista. Tal vez me hayan visto en televisión o leído de mí en el periódico. Este es mi testimonio.

Mi primera aventura: La operación de vesícula.

Mi primera gran aventura fue al mes de haber iniciado la Brecha. Todos los brechistas habíamos ido al gran "Paseo de la Brecha". Viajamos a Guanajuato donde visitamos Guanajuato, León, San Miguel de Allende y San Juan de los Lagos en Jalisco. Después de toda una semana de viaje volvimos un lunes, como a las 5 de la tarde a Monterrey.

Para las 12 de la noche de ese mismo día (o técnicamente del día siguiente) yo ya me encontraba en una clínica internado de emergencia. ¿Qué había pasado? Veamos.

Recuerdo que comenzó con un dolor en el estómago. Yo ya he sufrido varios dolores en el estómago, y algunos han sido tan fuertes que me han puesto a rezar por mi alma por pensar que ya me llegaba la hora, ¡en verdad! Fui a acostarme y tenía este dolor. Aunque era muy fuerte pensé que durmiendo se me pasaría, pero no fue así. Verán, este dolor aumentaba a cada momento y ya de por sí era muy intenso. Bajé y le pedí a mi hermano Francisco Vindiola (de Mexicali) que me llevara a un hospital.

Fuimos a una clínica que está cerca del TEC (Tecnológicode Monterrey) donde me inyectaron buscapina por vía intravenosa. El dolor no se quitó del todo, por lo que tuvimos que ir a la mañana siguiente de emergencia al hospital. Para las 7 de la mañana el dolor continuaba y yo apenas había dormido algo esa noche; de hecho, no dormí.

Me internaron. Me hicieron algunos estudios y descubrieron que el problema era la vesícula. Tenían que operarme. Los problemas no se hicieron esperar. Mis papás apenas me habían dado de alta en un seguro de gastos médicos mayores, y por decirlo así, no estaban listos todos los papeles. Hubo un estira y afloja entre el hospital y este seguro. Mientras, yo estaba internado, los gastos iban aumentando, había un operación esperándome, y mis papás estaban angustiados en Mexicali.

No me faltaron las visitas mientras estuve en el hospital, y mi hermano Francisco González me acompañó todo el tiempo que estuve internado, que fue desde el martes hasta el viernes. Muchos fueron testigos de la cantidad de llamadas que se tuvieron que hacer, entre mis papás, el hospital, y el seguro. Había mucha tensión de por medio, y más por la operación.

 Mi hermano Francisco y Sergio Fierro se hicieron cargo de la mayoría de los asuntos del seguro. Pero todavía quedaba pendiente la operación. Mis papás llegaron a pensar en regresarme a Mexicali. Sin embargo, mi tío Horacio Anleu intervino. Habló con los doctores y habló con mis papás, y la hizo de intercesor entre ellos. Fue toda una bendición y finalmente las cosas se calmaron. Mis papás estarán eternamente agradecidos con mi tio Horacio Anleu.

Tuve la operación en Monterrey; salí sin complicaciones y me dieron de alta en el hospital. El asunto del seguro se arregló y mis papás por fin pudieron descansar.

Quiero agradecer a todos los hermanos que me acompañaron en esta aventura y a todos aquellos que pidieron por mí en sus oraciones.

La respuesta del Señor no se hizo esperar. Creo que tenía a toda la Comunidad de Mexicali (Verbum Dei) orando por el brechista que habían mandado También agradezco a las familias Muela y Heaney que me hospedaron en el transcurso de mi recuperación, y cuya hospitalidad fue de lo más amable. Gracias a Dios que todo se solucionó y no hubo nada que lamentar.

Segunda Aventura: El cerro de la Silla

Más o menos a los 2 meses de mi operación tuve mi segunda gran aventura. Fue durante el paseo de los brechistas. Fuimos a escalar el Cerro de la Silla en Monterrey y varios Siervos de la Palabra nos acompañaban, entre ellos: Francisco Aguilar, Ángel Santiago, Pepe Vázquez y David Mijares.

El camino que tomamos para subir es el que se dirige al pico sur. Es un camino bastante sinuoso y bastante cansado, pero con paciencia todo se puede. Debo admitir que me daba un poco de pena el verme tan cansado y ver a las hermanas brechistas subir aún más rápido que yo. En realidad, no tengo excusa para ello.

Llegamos a la cima después de 3 horas y media. Hasta arriba se encuentra una cruz de metal bastante imponente. Es una vista muy impresionante el poder ver toda la ciudad desde ahí. Se pueden ver las nubes flotar por encima de la ciudad.

Yo estaba muy cansado y comenzamos el descenso: losSiervos ayudaban a las hermanas a bajar, y yo por alguna razón me quedé hasta atrás; me atrasé e intente acelerar el paso. La vista, como ya dije, es muy impresionante desde arriba, y el ir descendiendo te hace pensar en muchas cosas, como por ejemplo, en lo malo que sería que alguien se cayera desde ahí. Entonces resbalé.

No me agarré bien de una piedra y de pronto sentí que mi cuerpo perdía el equilibrio. En realidad, es una sensación muy extraña el verse exactamente en esa situación: ver que no hay más de dónde agarrarse y que lo único que te queda es caer. Es literalmente como lanzarse al vacío.

Todo dio vueltas. Una revoltura de sensaciones y emociones. Todo muy rápido. Y de pronto, un gran golpe en seco. Lo primero que notas es que te encuentras totalmente desubicado; luego, intentas reponerte; después, el dolor.

Pepe Vázquez fue el primero en notar que algo había pasado. Él iba un poco más adelante y preguntó, gritando, si me encontraba bien. Nunca creí tener que responder esto, pero le respondí, también gritando: "¡No, me caí!" En realidad, no sé que se sentirá el que alguien te responda eso.

Pepe regresó rápidamente hasta donde yo estaba; aún me encontraba en el suelo. Había intentando levantarme, pero el dolor no me dejaba. Todo el dolor se concentraba en una pierna. Al parecer, el último golpe fue el que me lastimó la espalda baja del lado derecho, justo donde empieza la cadera. Tenía la pierna paralizada, raspones por todos lados y todo un monte que bajar.

Todos los Siervos comenzaron a moverse. Creo que David bajó y subió todo el monte al menos 3 veces. Yo intenté bajar con un palo que me servía de bastón, pero aún así, avanzaba muy lento. No quedó otra opción más que llamar a Rescate.

Después de algunas horas llegaron unos chavos voluntarios a traernos agua. Luego llegaron los rescatistas y me pusieron en una camilla. Tuvieron que cargarme entre 11 hombres y llegamos al pie del monte a las 11 de la noche. Fue toda una escena. Había periodistas, fotógrafos y hasta cámaras de televisión. La gente de la colonia comenzó a aplaudir cuando nos vieron llegar. Me tomaron fotos mientras aún era cargado en la camilla y entrevistaron a Thomas, uno de los brechistas que venía de Estados Unidos.

Me llevaron a un hospital, me sacaron radiografías, y gracias a Dios no encontraron ninguna fractura. Me recetaron unas pastillas y una pomada, y esa misma noche regresé a casa Tabor (casa de formación de universitarios donde viven los brechistas). Dos semanas después ya estaba recuperado.

Agradezco a esos chavos voluntarios que nos trajeron agua y me ayudaron a bajarme en camilla (todavía les debo una carne asada); a los Siervos, en especial a David que bajó y subió para arreglar la situación; y a Pepe Vázquez que me ayudó cargándome todo el tramo de bajada.

Después de todo esto, si hay algo que aprendí es esto: ·Nuestras vidas están en manos del Señor".

 

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