jueves, 6 de abril de 2023

Milagro de vida ¡Gloria a Dios porque sólo Él hace milagros!

 

Martha de Galván







Mayo 1990. Pasábamos por un trance difícil, nuestro segundo hijo Omar Eslí, quién tenía un año un mes de edad, empezó a padecer fiebre, que le fue tratada con antibióticos por una infección en la garganta. Pero la temperatura no cedía, le suministraron varios antibióticos y la temperatura ahí.

La situación se complicó a tal grado que pasaron cinco meses y la temperatura seguía; en los días que era menos, el termómetro marcaba 37.80 Entre lapsos de estar en casa y otros en el hospital, el niño perdía fuerza, dejó de caminar y perdió mucho peso.

Para el mes de junio, yo me sentía muy mal de salud, tenía un cansancio extremo y me percaté que llevaba tiempo sin haber menstruado; lo atribuí a la gran preocupación y exceso de desvelos. A principios del mes de junio, al ir al baño tuve una hemorragia muy fuerte, situación que me hizo pensar que traía retención y hasta ahí. Pasaron los días, y me quedó un desecho raro; me sentía débil y agotada.

A mediados de junio, estando Omar internado en el hospital, al subir al ascensor me encontré al ginecólogo que me trataba. Me preguntó cómo estaba y le platiqué la situación de nuestro hijo. Pero él insiste: "Pero ¿usted como está? Se le ve mal. A lo que respondí que estaba muy agotada y recordé lo de la hemorragia y le digo: Hace unos días tuve una hemorragia muy fuerte que me debilitó, pero como no había menstruado, de seguro traía una retención, y ahorita traigo sólo un desecho café muy raro" . Me recomendó que fuera a checarme y me hiciera el Papanicolau, lo que respondí: "Será cuando el niño ya esté bien" (insistiendo él que me diera el tiempo para hacerlo). Nos despedimos y uno o dos días después mi esposo se encontró al doctor, quien le dice que me había encontrado que me sugirió que fuera a checarme. Ismael, mi esposo, me insistió, pero yo respondí que hasta que el niño saliera del hospital.

Aproximadamente después de una semana, dan de alta al niño mi madre nos acompañó a casa para ayudarnos a cuidarlo. Mi esposo me dice que aproveche para ir a hacerme el chequeo que el doctor me sugirió; y mi madre me anima. Me dirigí a la clínica pensando en sacar una cita posterior. Al llegar estaba una doctora ahí, quien escucha que deseo hacer una cita para realizarme el examen de Papanicolau, y pregunta: Maestra ¿viene preparada? Se lo hago ahorita mismo. A lo que respondí: "Claro que no, traigo un desecho y necesitaría bañarme, sólo quiero la cita". Ella pregunta: ¿Vive aquí cerca?" "Más o menos"-le respondo. Ella continuó: "¿Cuánto tiempo tarda en ir a bañarse y regresar?" "No sé, aproximadamente tres cuartos de hora, pero no se preocupe, otro día vengo" le contesto, (aunque dentro de mí pensaba que era buena idea de poder hacérmelo ya, pues después tendria que buscar quien cuidara a los hijos)  La doctora me responde: ¡La espero! . 

Fui a casa, me bañé y regresé. Cuando trata de hacer el examen la doc- tora me dice: *Maestra, el cuello de la matriz está cerrado, usted está embarazada y no puedo realizar el examen". Le respondo que no puedo estar embarazada (ya que por la enfermedad del niño, era imposible pensar en otra cosa). Ella insiste en que estoy embarazada, pero al ver mi rotunda negación me dice: "Entonces urge que se vaya al hospital a realizar otros análisis, porque si no es embarazo, puede ser otra cosa de cuidado" . Le pregunto qué pudiera ser y me dice: "Un tumor".

Salí asustadísima, busqué a mi esposo e inmediatamente nos fuimos al hospital a hacerme la prueba del embarazo. Fueron unos minutos que parecieron horas, y cuando nos dan el resultado y nos enteramos que era un embarazo, dimos gracias a Dios, aunque no entendíamos cómo. Pero, ¿por qué la hemorragia y el desecho?

Me mandan realizar una ecografía y nos informan que tengo un embarazo de tres meses y que corre peligro de aborto, ya que había un desprendimiento de placenta de 6.8 centímetros. El ginecólogo me indica reposo absoluto y me advierte el riesgo de tener una hemorragia que no me permita llegar al hospital, perdiéndose así la vida tanto del bebé como la mía, debido a las condiciones de implantación.

Para mí fue dificilísimo estar en reposo con un niño de un año enfermo. Las hermanas de la comunidad Jésed y mi madre nos apoyaron muchísimo, nos llevaban comida y ayudaban a solventar algunas necesidades. Todo el pueblo comunitario se unió en oración con nosotros, pidiendo por la salud de Omar y por el feliz término del embarazo.

Cada dos semanas me realizaban ecografías y registros para ver la situación del bebé, y para sorpresa de muchos, a los cinco meses y medio de embarazo, al realizar la ecografía correspondiente, el médico que estaba de turno me pregunta: ¿Maestra, está segura que le dijeron que tiene desprendimiento de placenta?" "Claro que sí", respondo. El añade: *Pues aquí no hay indicios siquiera de que haya habido desprendimiento, probablemente fue un error" . Le expreso: No hubo ningún error, cada vez que me realizaban la ecografía, me daban, al igual que usted lo está haciendo, el resultado en el mismo momento. Y aquí los traigo por si los quiere revisar" . El me los pide y al revisarlos expresa: "Pues algo pasó, porque si bien los estudios anteriores revelan el desprendimiento, ahorita ya no lo hay". Feliz le respondo: Yo sí sé que pasó, Dios lo hizo". El ginecólogo se quedó asombrado al ver los resultados y añadió: "Lo común en estos casos es que la placenta se desprenda cada vez más conforme el feto va creciendo, pero aquí fue diferente y ya puede hacer su vida normal".

Dimos gracias a Dios por el milagro. Maru llegó el 10 de diciembre de 1990. Omar se recuperó totalmente poco antes del nacimiento de Maru: en el momento que mi esposo y yo, arrodillados y con dolor de nuestro corazón de carne, lo entregamos al Señor y le pedimos se hiciera su voluntad. ¡Gloria a Dios porque sólo él hace milagros!



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los más leídos