Martha de Galván |
Mayo 1990. Pasábamos por un trance difícil, nuestro segundo hijo Omar Eslí, quién tenía un año un mes de edad, empezó a padecer fiebre, que le fue tratada con antibióticos por una infección en la garganta. Pero la temperatura no cedía, le suministraron varios antibióticos y la temperatura ahí.
La situación se complicó a tal grado que pasaron cinco meses y la temperatura seguía; en los días que era menos, el termómetro marcaba 37.80 Entre lapsos de estar en casa y otros en el hospital, el niño perdía fuerza, dejó de caminar y perdió mucho peso.
Para el mes de junio, yo me sentía muy mal de salud, tenía un cansancio extremo y me percaté que llevaba tiempo sin haber menstruado; lo atribuí a la gran preocupación y exceso de desvelos. A principios del mes de junio, al ir al baño tuve una hemorragia muy fuerte, situación que me hizo pensar que traía retención y hasta ahí. Pasaron los días, y me quedó un desecho raro; me sentía débil y agotada.
A mediados de junio, estando Omar internado en el hospital, al subir al ascensor me encontré al ginecólogo que me trataba. Me preguntó cómo estaba y le platiqué la situación de nuestro hijo. Pero él insiste: "Pero ¿usted como está? Se le ve mal. A lo que respondí que estaba muy agotada y recordé lo de la hemorragia y le digo: Hace unos días tuve una hemorragia muy fuerte que me debilitó, pero como no había menstruado, de seguro traía una retención, y ahorita traigo sólo un desecho café muy raro" . Me recomendó que fuera a checarme y me hiciera el Papanicolau, lo que respondí: "Será cuando el niño ya esté bien" (insistiendo él que me diera el tiempo para hacerlo). Nos despedimos y uno o dos días después mi esposo se encontró al doctor, quien le dice que me había encontrado que me sugirió que fuera a checarme. Ismael, mi esposo, me insistió, pero yo respondí que hasta que el niño saliera del hospital.
Aproximadamente después de una semana, dan de alta al niño mi madre nos acompañó a casa para ayudarnos a cuidarlo. Mi esposo me dice que aproveche para ir a hacerme el chequeo que el doctor me sugirió; y mi madre me anima. Me dirigí a la clínica pensando en sacar una cita posterior. Al llegar estaba una doctora ahí, quien escucha que deseo hacer una cita para realizarme el examen de Papanicolau, y pregunta: Maestra ¿viene preparada? Se lo hago ahorita mismo. A lo que respondí: "Claro que no, traigo un desecho y necesitaría bañarme, sólo quiero la cita". Ella pregunta: ¿Vive aquí cerca?" "Más o menos"-le respondo. Ella continuó: "¿Cuánto tiempo tarda en ir a bañarse y regresar?" "No sé, aproximadamente tres cuartos de hora, pero no se preocupe, otro día vengo" le contesto, (aunque dentro de mí pensaba que era buena idea de poder hacérmelo ya, pues después tendria que buscar quien cuidara a los hijos) La doctora me responde: ¡La espero! .
Fui a casa, me bañé y regresé. Cuando trata de hacer el examen la doc- tora me dice: *Maestra, el cuello de la matriz está cerrado, usted está embarazada y no puedo realizar el examen". Le respondo que no puedo estar embarazada (ya que por la enfermedad del niño, era imposible pensar en otra cosa). Ella insiste en que estoy embarazada, pero al ver mi rotunda negación me dice: "Entonces urge que se vaya al hospital a realizar otros análisis, porque si no es embarazo, puede ser otra cosa de cuidado" . Le pregunto qué pudiera ser y me dice: "Un tumor".
No hay comentarios:
Publicar un comentario