miércoles, 26 de abril de 2023

El milagro de Lulú

Más vale que Lulú llore en la cochera a que todos lloren juntos en un hospital, así le habló Dios a Tere para proteger a su hija
Lulú Martínez y Tere Brambila


Más vale que Lulú llore en la cochera a que todos lloren juntos en un hospital


Tere Brambila de Martínez

Este hecho pasó en la primavera de 1994. Era un sábado por la mañana en el que estaba en la banqueta de mi casa con 4 de mis 5 hijos cortando ramas de un árbol y recogiendo sus hojas.

Mis tres hijos mayores, Paola de 7 años, Mickey de 9, y Manolo de 10, estaban trabajando junto conmigo, pero Lulú que sólo tenía 2 años sólo jugueteaba con nosotros. Lulú, por su corta edad, no entendía la importancia de no bajarse de la banqueta a jugar o a corretear. Mi casa está localizada en una avenida la cual no tiene mucho acceso de carros, sin embargo, tiene la suficiente afluencia como para ser peligrosa para un niño que juega sin pensar en que puede tener un accidente.

Mientras yo cortaba las ramas, continuamente tenía que estar regañando a Lulú y subiéndola a la banqueta, pero como era de esperarse por su edad, ella no entendía el porqué le pedía yo que no se bajara a la calle. Ya no sabía qué hacer con ella, por lo que pensé en meterla a la cochera que tiene reja, para que ella nos viera desde un lugar seguro sin necesidad de estar en peligro; sin embargo, me imaginé que si hacía esto ella iba a llorar y decidí no meterla, y en vez de eso obligarla a sentarse en un registro de metal de la Comisión Federal de Electricidad, que está precisamente afuera de mi casa.

Más tardé yo en decirle a Lulú que se sentara ahí, que ella en pararse y bajarse de la banqueta para jugar con sus hermanos. De pronto escuche una VOZ en mi mente que me decía: ¿Qué esperas para meter a Lulú a tu casa? Más vale que Lulú llore en la cochera a que todos lloren juntos en un hospital a consecuencia de un accidente.

La VOZ era tan clara y hablaba con tanta autoridad que no dudé en hacer lo que me pidió. Obviamente como lo esperaba, Lulú empezó a llorar porque quería salir y seguir jugando con nosotros en la calle. 

Recuerdo que Manolo me preguntó que por qué no la dejaba estar con ellos, e intercedió por ella para que pudiera salir y así dejara de llorar. Yo le respondí a Manolo lo mismo que me dijo aquella VOZ: "Más vale que ella llore adentro de la casa, que todos nosotros en un hospital por algo que le pudiera pasar". Por increíble que parezca estaba apenas hablando con Manolo sobre esto cuando veo un carro que viene en reversa sin control, directo hacia mi casa. El carro se subió a la banqueta justo en el lugar donde está situado el registro de la Comisión Federal de Electricidad, y vino a estrellarse en la barda de mi casa, rompiendo y aplastando todo lo que estaba en esa dirección. Obviamente el carro quedó con un buen golpe al chocar con la barda de mi casa.

Mis hijos y yo nos quedamos atónitos al ver la escena, y una vez pasada la sorpresa les platiqué del milagro, de como Dios me había pedido que metiera a Lulú para salvarla del accidente. Esta fue una experiencia maravillosa, donde toda la familia pudimos experimentar el amor y cuidado personal que tiene Dios con cada uno de nosotros.

Aparentemente este carro estaba estacionado unos metros arriba de mi casa, y el conductor, al encender su carro, perdió el control del mismo y no pudo parar al carro que se venía cuesta abajo hacia mi casa, hasta que chocó con la misma.

Le doy gracias a Dios por todas las bendiciones que no ha dado, pero principalmente por todos los milagros patentes que ha hecho en mi vida y en la de mi familia.

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